La "happycracia" o la obligación de ser feliz

Juan A. Flores Romero
¿Qué es la felicidad? Todos nos hemos hecho alguna vez esta pregunta. ¿Es fácil ser feliz? ¿Cómo sé si soy feliz? ¿Tengo que ser feliz todo el tiempo? ¿Qué pensarán de mí si en algún momento de la vida no muestro mi felicidad a los demás? Hoy en día hay una cierta moda -porque creo que no deja de ser una tendencia- que pretende mostrarnos un mundo con una cara amable, positiva. Se nos transmite que todo depende de cómo queramos interpretar las cosas, que esa es la clave de lo que nos sucede. Sin duda, en ocasiones es así. Pero no siempre. En ciertos ámbitos sociales, se deja entrever esta tendencia o moda social. No hablo de uno concreto; en este caso, voy a generalizar. Todo depende de cómo se vean las cosas. Si no puedes controlar algo, intenta verlo todo desde un punto de vista positivo. Esto es tan nocivo como intentar verlo todo desde un punto de vista negativo o catastrofista. A mi juicio, lo que hay que saber es interpretar las claves para poder observar la realidad tal cual es (con una fuerte dosis de objetividad) y actuar en consecuencia. Si pretendemos ignorar las consecuencias de algo que nos puede afectar negativamente, puede ser tremendamente nocivo para nosotros. Las claves de la vida pasan por aprender a interpretar la realidad y actuar en consecuencia. Ser conscientes de los peligros es una buena forma de poder hacerles frente. Estar preparados para una situación no garantiza que no vayas a sufrir sus efectos perniciosos, pero sí nos prepara psicológicamente para actuar de una forma ordenada e inteligente.

En el día de hoy, desde las distintas instancias en las que nos movemos, se ha impuesto una tendencia que consiste en sabernos siempre felices, preparados para ignorar aquello que algunas personas puedan transmitirnos y que se aleje de esta idea simplista de pseudofelicidad. Quizá es una forma de control social, para evitar pensar o ser conscientes de la verdadera realidad que nos rodea y que muchas veces dista de esa situación tan "buenista" o intencionadamente "simplista" que se nos pretende mostrar. Pretender ser feliz a la fuerza es algo que nos puede dañar a nosotros mismos. Es cierto que el que toca una nota discordante en esta sociedad orwelliana enseguida es identificado y posiblemente neutralizado. En determinados contextos no se puede permitir que se toque otra melodía. La sociedad tiene mecanismos de castigo. Siempre aprendimos que en la pluralidad y en la riqueza de ideas está el progreso. Y efectivamente es así. En nuestros días hay una tendencia que pretende uniformar hasta el mundo de los sentimientos y no solamente el mundo racional. Tienes que mostrar que tus sentimientos están acordes con los que marca la tendencia e intentar trasladar una sensación -muchas veces falsa- de que las cosas van bien. Esto es nocivo para la salud mental y social. Por eso me parece interesante este artículo que nos habla de la "happycracia", esa nueva ola que nos muestra que una forma práctica de vivir es ignorar los problemas o los conflictos -que son tan necesarios para crecer- en favor de una uniformidad en nuestro mundo interior y que ha de mostrarse explícitamente en nuestra relación con el entorno. También esa nueva moda nos pretende hacer ver que somos peones en este tablero de ajedrez, y que nuestros problemas son meramente personales y en nada guardan relación con el entorno. Una forma muy efectiva de control social ya que carga en el individuo la responsabilidad de su mal dejando exento a un entorno que puede haber colaborado en el mismo en mayor o menor grado. Es el caso de miles de situaciones vividas en el mundo de la política, del trabajo o de las relaciones personales, y que no interesa airear sino todo lo contrario. Se pretende ocultar entre el gas aletargante de una pretendida responsabilidad individual de todos nuestros males.
A continuación os dejo con este interesante artículo que desgrana mejor algunas de las ideas transmitidas con mis palabras.
Fuente de este texto: JUSTO BARRANCO, en www.lavanguardia.com

El problema
"La felicidad se ha convertido en una obsesión y en un regalo envenenado"
Sobre todo desde que, señalan, en 1998 naciera en EE.UU. la ciencia de la felicidad, la psicología positiva, que, bien financiada por fundaciones y empresas, en pocos años ha introducido la felicidad en lo más alto de las agendas académicas, políticas y económicas de muchos países. Una ciencia quizá no tan sólida, más bien endeble, ni tan nueva, dicen los autores -bebe de la psicología de la adaptación o la cultura de la autoayuda-, alrededor de la cual florece una poderosa industria con terapias positivas, servicios de coaching o aplicaciones como Happify, que promete "soluciones efectivas y basadas en la ciencia para una mejor salud emocional y mayor bienestar en el siglo XXI". Una ciencia y una industria que venden una noción de felicidad, apuntan Illouz y Cabanas, "al servicio de los valores impuestos por la revolución cultural neoliberal": no hay problemas sociales estructurales sino deficiencias psicológicas individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y enfermedad, son fruto de nuestros propios actos. Estamos obligados a ser felices y sentirnos culpables de no sobreponernos a las dificultades. Los autores reconocen que poner la felicidad en cuestión es hoy hasta de mal gusto. Pero señalan que no escriben contra la felicidad sino contra la visión reduccionista de la buena vida que la ciencia de la felicidad predica.
Una ciencia en cuestión
"La actual noción de felicidad está al servicio de los valores de la revolución neoliberal"
Que la felicidad es hoy omnipresente es indudable. Si en Amazon había hace unos años 300 títulos con la palabra felicidad ahora hay 2.000. La ONU instituyó en el 2012 el día internacional de la Felicidad. Incluso florece una corriente de economistas como Richard Layard que se han propuesto sustituir un parámetro tan cuestionado como el PIB por índices de felicidad. Unos índices que encabeza Finlandia, y en el que España está en el puesto 36 por debajo de Arabia Saudí. David Cameron, tras anunciar en 2007 los mayores recortes de la historia de su país, decidió que era el momento para adoptar la felicidad como índice: los británicos no debían pensar sólo en meter dinero en el bolsillo, sino en lo que les hace más felices.
Cabanas, profesor de la Universidad Camilo José Cela, señala que se propone una felicidad que es "un estilo de vida que apunta hacia la construcción de un ciudadano muy concreto, individualista, que entiende que no le debe nada a nadie, sino que lo que tiene se lo merece. Sus éxitos y fracasos, su salud, su satisfacción, no dependen de cuestiones sociales, sino de él y la correcta gestión de sus emociones, pensamientos y actitudes".

"Se afirma que el 90% de la felicidad son factores personales, como si lo social no importara"
Y advierte que "la psicología positiva lleva 20 años diciendo que han descubierto las claves de la felicidad, pero están por ver. Incluso dijeron que habían descubierto la fórmula de la felicidad como si fuera una ecuación. Afirmaban que la felicidad en casi el 90% se debe a factores personales y las circunstancias no importan. Clase, nivel de ingresos o educativo, género, cultura, no importan. Las circunstancias no nos hacen felices, somos nosotros, es psicológico. Muchos se han desdicho de esa idea".
Y el psicólogo señala que en esta nueva ciencia "no es suficiente con no estar mal o estar bien, hay que estar lo mejor posible, y por eso no sólo el que lo pasa mal necesita un experto, sino cualquiera para sacarse el máximo rendimiento, aprender nuevas técnicas de gestión de sí mismo y obtener nuevos consejos para conocerse mejor, ser más productivo y tener más éxito. La felicidad así es una meta en constante movimiento, nos hace correr detrás de forma obsesiva. Y tiene que ver siempre con una mirada hacia dentro, nos hace estar muy ensimismados, muy controlados por nosotros mismos, en constante vigilancia. Eso aumenta la ansiedad y la depresión. Nos proponen ser atletas de alto rendimiento de nuestras emociones. Vigorexia emocional. En vez de generar seres satisfechos y completos genera happycondriacos".
En el trabajo
"Los trabajadores con estrés constante no lo tienen por no gestionar bien sus emociones"
Luego, en el terreno ideológico, es una psicología conservadora. "Propone que las soluciones a problemas estructurales tienen soluciones individuales. Pero los trabajadores que viven en un estrés constante no lo tienen porque no gestionen bien sus emociones, es que la situación laboral es precaria, insegura y muy competitiva". Justamente por eso esta psicología positiva ha entrado con fuerza en la empresa y la educación. "En las empresas obligan a pasar cursos de resiliencia y mindfulness para aprender que eres tú el que ha de encontrar la forma de estar mejor en el trabajo, de eso depende la productividad. Y en la educación se dice que el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico y centrado en el conocimiento del mundo o un alumno emocional centrado en el conocimiento de sí mismo. Es complicado que la psicología en vez de ser una herramienta pase a dictar lo que debe ser la educación".
"De esta noción de felicidad se sale; la buena vida es justa, solidaria, íntegra"
Además, desactiva el cambio social. "Admiten que las circunstancias algo influyen pero es muy costoso cambiarlas y no merece la pena. Debes cambiarte a ti mismo. Abogan poco porque la idea de buena vida esté relacionada con una buena vida colectiva", dice Cabanas, y explica qué pasa cuando la psicología positiva ataca emociones como la ira. "Las emociones no son positivas o negativas. Tienen diferentes funciones según la circunstancia. Y son siempre políticas. La ira puede ser mala a veces y buena para luchar por reparar injusticias. Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción política muy importante. Cuando estamos indignados, nos ponemos las pilas.".
En ese sentido concluye que "hoy declarar que no eres feliz es vergonzoso, como si hubiéramos perdido el tiempo, hubiéramos hecho algo mal, podríamos hacer algo y no lo hacemos, somos personas negativas. Pero el concepto de felicidad no ha sido igual en la historia. El actual tiene raíces norteamericanas. Y no tiene las claves para la buena vida. La única buena noticia es que de esta noción de felicidad se sale. Y hay valores más importantes: la buena vida es justa, solidaria, íntegra, comprometida con la verdad. No es estar preocupados por nosotros mismos todo el tiempo".