Basquiat, l'enfant terrible del siglo XX

09.01.2021

Fuente del texto: blogs.elespectador.com


     A finales del 2010 una amiga me invitó a ver un documental* sobre un artista cuyo nombre no me decía nada, Jean-Michel Basquiat (dic. 22 de 1960- agosto 12 de 1988), lo mínimo que puedo decir es que al salir de la sala de cine estaba completamente estupefacta; no entendía como era que nunca había oído hablar de un genio como él. El documental fue entonces el abrebocas para esperar con ansias la visita al Museo de Arte Moderno de París (octubre 2010 - enero 2011), que en ese momento presentaba una exposición sobre su obra, a la cual asistí poco antes de su cierre, así que había muy pocos visitantes, por lo que su obra se presentaba ante mis ojos como si no hubiese sido creada para nadie más. Y si el documental me había sumido en una especie de trance hipnótico, sus obras me sacudieron de tal forma que salí del museo con la certeza que mis escasos conocimientos sobre el arte habían sido barridos por un enorme cataclismo que derrumbó los pocos cimientos que había logrado construir a lo largo de mi vida y de mi pasión por las artes plásticas. Lo que quiero decir es que ese día mi supuesto conocimiento de la historia del arte fue sepultado. Entendí que hay una historia del arte antes y después de Basquiat.

     Jean-Michel Basquiat es hijo de una puertorriqueña y de un haitiano. Su madre, amante del arte, lo lleva regularmente a visitar museos. Basquiat crece en un ambiente donde se hablan tres idiomas, inglés, español y francés y donde el arte juega un rol muy importante; incluso sus abuelos maternos son músicos e incluyen a Basquiat en ese mundo privilegiado de la interpretación musical. A la edad de 8 años sufre un accidente bastante severo, por lo que deberá quedarse por una larga temporada en un hospital; y para hacer más llevadera su reclusión, su madre le lleva el manual de anatomía humana, Gray's Anatomy, y un libro de dibujos de Leonardo Da Vinci. Indudablemente lo que para otra persona habría sido una etapa negra de su vida, para Basquiat fue la posibilidad de entrar de lleno en el mundo de la creación artística, sin profesores, sin academia, sin exámenes, dando rienda suelta a su imaginación, sin barreras de ninguna clase; la libertad creativa, diría yo.

     En 1977 el periódico escolar le publica sus primeras obras, unas viñetas que él firma con el seudónimo de Samo. Él mismo contaría que dicho nombre nació el día en que fumó por primera vez marihuana en compañía de su amigo Al Díaz. Pronto su rebeldía, autonomía, y deseos de hacer su propia vida, lo llevan a tener conflictos muy serios con su progenitor, por lo que decide abandonar la casa paterna e irse a vivir a las calles de Brooklyn. Rápidamente comienza su carrera como grafitero en SoHo y East Village, la meca de las galerías de los 70, y firma sus obras con el seudónimo de Samo ©. L'enfant terrible, como fue llamado en la Documenta de Kässel de 1982, con 22 años, convirtiéndose en el primer artista en ser aceptado a tan temprana edad. Para entonces ya tenía detrás de sí una estela de éxitos y su obra era expuesta en las mejores galerías de arte de Estados Unidos.

     En 1981 había conocido a Bruno Bischofberger, marchante y coleccionador de arte que representaba a Andy Warhol, y que supo descubrir a decenas de artistas que se movían en los circuitos de Nueva York, se los llevaba para su galería y desde allí dictaminaba los nuevos postulados de la estética y daba a conocer los nuevos nombres de los artistas que habrían de marcar toda una época y que habrían de cambiar los rumbos de la creación artística. Es Bischofberger quien decide cuanto pagar y cuanto cobrar por una obra de arte; en otras palabras es él quien pone a circular las obras a precios exorbitantes y los antiguos y nuevos ricos se pelean por comprar las obras que él expone en su galería.

     Es de anotar que Basquiat, al haber vivido por espacio de dos años en la calle y de no tener nada con que comprar materiales, se prostituía ocasionalmente para poder comer y al no tener dinero comenzó a recuperar todo lo que la gente tiraba en las calles, o sea papeles, cartones, puertas, ventanas; pero sobre todo pintaba, pintaba y pintaba. Una forma de dar paso a un inmenso torrente creativo, una forma de buscar y afirmarse en una identidad que para la sociedad de Nueva York no existía. Me refiero a los latinos y negros, que luchaban por ser aceptados en una sociedad racista, xenófoba y excluyente. Basquiat se asume como pintor negro y hace de su condición étnica y social su bandera y su camino en el universo del arte. Incluso en esta búsqueda viaja, en 1986, en compañía de Bischofberger, a Abidjan, y al mismo tiempo la Kestner-Gesellschaft de Hanover, hace una gran exposición de su obra. Ya en 1984 había conocido a la prestigiosa Mary Boone.

     Basquiat, a pesar de su genio, no supo controlar el enorme éxito que le llegó a tan temprana edad. Alcohólico y drogadicto, pronto sucumbió a una profunda depresión, que se vio aumentada en grado sumo a la muerte de Warhol (febrero 22 de 1987), con quien había llegado a tener una verdadera amistad, tanto desde el punto de vista humano como artístico. Es más, yo considero que es a partir del momento en que Basquiat acepta trabajar y exponer con él, que su genio decae. Creo que Warhol no le llegaba ni a los tobillos. De todas formas la crítica no fue condescendiente con esta nueva etapa, por lo que la relación entre los dos artistas se vio seriamente alterada, lo que condujo a una ruptura total; pero el afecto por Warhol no desapareció.

     En 1988 expone en París en la Galería Yvon Lambert, en Düsseldorf, en la Galería Hans Meyer, y en Nueva York; esta vez la crítica está nuevamente de su lado. El 18 de agosto, cuando pensaba viajar nuevamente a Costa de Marfil, muere a causa de una sobredosis, tenía apenas 27 años y estaba en la cumbre de su carrera.

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