Pensar

¿Se está perdiendo el sentido del humor?

Juan A. Flores Romero

   El siglo XX no fue precisamente un escenario de convivencia y tolerancia. Este último concepto, surgido en el siglo XVII en plena guerra de los Treinta Años, sirvió para entender que hay deferentes formas de ser y de creer y, aún en plena guerra, se desarrolló la idea de respeto hacia el adversario. También es el principio que ampara el derecho al sentido del humor. En la Segunda Guerra Mundial, Charles Chaplin estrenaba El Gran Dictador, una parodia de aquella maquinaria de guerra, encabezada por Hitler, que estaba asolando Europa y la había dejado en manos de un totalitarismo sin precedentes a la Europa moderna. En muchos de estos momentos dramáticos nunca se perdió el sentido del humor. Hubo momentos de humor en los inhumanos campos de concentración, en las trincheras de media Europa, en los hospitales atestados de heridos. Y lo hubo porque era la única forma de sobrevivir a tanto horror. Este peculiar don humano es el que, en situaciones complicadas, nos hace salir a flote, es el recurso más poderoso que existe, es un potente antídoto para limar tensiones, para desbloquear situaciones enquistadas o salir al paso de un malentendido entre personas. Sin embargo, hoy estamos siendo sometidos a una dictadura de lo políticamente correcto donde el humor y la parodia no tienen cabida o son cuestionados. Quien hace un chiste, una parodia o un guiño gamberro simplemente está llamando la atención sobre algún aspecto criticable; es un golpe a la corrección aburrida instalada en esta sociedad en la que todo el mundo está vigilado, fiscalizado, analizado, cuestinado, convertidos en aquellos números y leyes de los que hablaba García Lorca en su Poeta en Nueva York.

   Estamos poniendo en cuestión un sentido esencial para la supervivencia humana, un lenguaje que nos relaciona con otros seres humanos, que busca desdramatizar esta realidad en la que estamos inmersos. Alex Saló parodió la crisis económica en Españistán, en un intento de hacer crítica social con base científica, con inteligencia, pero sin olvidar esa chispa que nos hace sentirnos reflejados con cierto toque "valleinclanesco". El humor es un aspecto humano que nos saca a la luz aquello que ya sabemos, que queremos cocinar de modo distinto, con el ropaje de la sátira, de la parodia, de la acidez, del esperpento. El humor es un derecho que tiene hasta el reo en el cadalso o el difunto en su tumba. Perdone que no me levante, diría Groucho desde el fondo de su última morada. Quizá lo más práctico era dejarlo como epitafio.

   Gustav Janouch, un escritor esloveno que conoció a Franz Kafka publicó un libro, en 1951, con las conversaciones que mantuvo con el autor checo y en el que destacó el sentido del humor del artífice de La metamorfosis. "En estos tiempos tan despojados de Dios es necesario ser gracioso. Es un deber". La tuberculosis mientras tanto devoraba su escuálido cuerpo. Me quedo con esa reflexión y con la idea de que es el humor lo que nos hace ser más personas, alimentando una sana crítica, despojada de la hiriente mordida de los que solo entienden la vida como un duelo entre mis intereses y los tuyos. El humor es la única chispa que brilla en medio de las tinieblas de nuestros horrores y nuestras miserias.



HEDONISMO VIRTUAL

        Juan A. Flores Romero

     En primer lugar, celebrar el programa del prestigioso periodista Jon Sistiaga dedicado a temas de actualidad. "Tabú" analiza a través de distintos personajes públicos los grandes pecados capitales de la sociedad en la que vivimos, conceptos -los pecados- que parecían pasados de moda, una terminología socialmente desfasada pero que aflora hoy en muchos aspectos de este universo virtual y mediático en el que estamos inmersos. Dedicamos horas a mostrar nuestra vida privada, los temas que nos apasionan, los lugares que hemos visitado, la moda a la que estamos adscritos, las ideas que consideramos más acertadas y que deseamos transmitir. Pero, sobre todo, nos vendemos a nosotros mismos con cualquier pretexto. Vivimos en la era del "yoísmo", decretaba Jon Sistiaga quizá en una sociedad mucho más mediocre y vulgar que aquellas que nos precedieron y en la que destacaban determinados ciudadanos que luchaban, que morían, que entregaban su tiempo de forma altruista por una causa. Te animo a visitar este programa que puede hacerte reflexionar sobre lo que nos está pasando como individuos y como sociedad. Ya ha aparecido el concepto de "egosurfing", "youtuber", la locura por los likes, las páginas que venden followers,... todo ello para aumentar el "yo" de los influencers, quienes tienen la tentación de caer en la vanidad y la soberbia con el fin de sentirse valorados y conocidos, y para hacer de esa exhibición personal un modo de ganarse la vida. Un fenómeno para reflexionar, pues ya lo estamos transmitiendo a las generaciones más jóvenes, que ponen la vanidad como el epicentro de unas vidas que adolecen -en muchos casos-de profundidad y falta de sentido. Un retrato de esa vida líquida de la que hablaba el filósofo Z. Baumann.


EL MERCADO DE LA MUERTE



Juan A. Flores Romero

     Dicen que el tráfico de armas es el negocio más lucrativo junto con el tráfico de drogas. Claro que hablamos de negocios ilegales puesto que las industrias farmacéuticas y las energéticas copan el ranking de inversiones más rentables. Corregidme si conocéis otras que dejen más dinero.

     Falacias aparte, está más que comprobado que tras la caída de la URSS en 1991 muchos fueron los destinatarios de un amplio stock de armas que se venían fabricando en las últimas décadas, alimentado por el miedo a un conflicto armado a nivel internacional entre los bloques socialista y capitalista. Con el deshielo, los traficantes entraron en Rusia con un ímpetu desconocido hasta entonces. No era difícil conocer ubicación de arsenales y contactos en los gobiernos que ayudaban al desarrollo de tal mercado ilegal. Esos canallas se pegaron como las moscas a la miel. Solo hay que seguir la prensa de las últimas décadas para ver en sus páginas a los promotores de la mayor epidemia de venta de armas a escala internacional; muchos de ellos han sido asesores y miembros de prestigiosos gobiernos. Lo que hoy nos parecen cloacas fueron parte de la maquinaria para el desarrollo de estas industrias a escala internacional.

     Muchos conflictos fueron alimentados por todo el mundo con las armas derivadas desde territorios exsoviéticos: me refiero a Afganistán, los Balcanes, Irán, Irak, países de Oriente Medio, de África, de América Latina. Los intereses creados fruto de este comercio generaron nuevos conflictos. Lo interesante de este mercado es que hay que utilizar el producto y para ello solo se necesita fijarse un objetivo y diseñar un "eje del mal" con quien utilizar estos arsenales. Sin entrar en polémica sobre la moralidad de algunos conflictos, sí es relevante el hecho de que muchas han sido las industrias al amparo de los gobiernos más poderosos de la tierra que han medrado gracias a encendidas disputas territoriales o a supuestas guerras contra el terrorismo. Por ejemplo, Estados Unidos ha estado armando durante lustros a sus propios enemigos. Rusia ocupa parte de Ucrania para abrirse paso al Mar Negro y mantiene la base de Latakia para sellar su presencia en Siria y en Oriente Medio. Estados Unidos hace lo propio con sus flotas, con su incondicional apoyo a Israel y su "buen rollo" con Egipto y Jordania. Para sublevarse en estos dos países hay que tener "bemoles". La alianza con Arabia Saudí tiene el precio de enfrentarse con Irán y sus satélites Hezbollah y Hamás en las periferias de Israel. Ya se sabe, chiitas contra sunnitas. Y Rusia hace lo propio justificando la dictadura jomeinista de Teherán y despotricando contra Israel y sus socios cuando tiene la más mínima ocasión. Todo ello, mientras unos y otros firman contratos multimillonarios para asegurar sus respectivos conflictos.

     Desde la caída de las Torres Gemelas en 2001 se han multiplicado las exportaciones de armas por todo el mundo y no solamente en los conflictos que aparecen en los medios. Hay muchos que no interesan a las grandes corporaciones de la comunicación y que también son receptores y usuarios de la tecnología puesta al servicio de la guerra. Solo hay que darse una vuelta por el cuerno de África o una amplia franja al sur del Sáhara. Los oscuros mercados de las armas son una inversión rentable para aquellos que buscan obtener un beneficio rápido con un producto que no ha estado en crisis desde la Edad del Hierro.

     Según Interpol, "el uso indebido y delictivo de las armas de fuego constituye una amenaza para la seguridad de los ciudadanos de cualquier país, pero plantea además un peligro para la seguridad, la paz, la estabilidad y el desarrollo en todo el planeta. Las armas pequeñas y ligeras son fáciles de ocultar y transportar, y los delincuentes que trafican con ellas ilegalmente obtienen pingües beneficios. Ningún país está a salvo de la violencia provocada por ellas.

     Cada año se emplean armas de fuego en más de 245 000 asesinatos cometidos en todo el mundo (sin contar los de los países en guerra). Esta cifra representa solo una pequeña parte de todos los delitos que se perpetran utilizando dichas armas, ya que muy a menudo se emplean para amenazar y para ayudar a que se cometan otros actos delictivos, como el terrorismo.

     En muchas de las recientes acciones terroristas cometidas en el mundo las armas de fuego han sido la opción elegida por los grupos terroristas para perpetrarlas. Por ello es fundamental identificar a los traficantes de dichas armas para poner coto al suministro de estas".



POSVERDAD

Juan A. Flores Romero

f. Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. 

     Así define la RAE este término que ha surgido en nuestra lengua y que hace referencia a los signos de estos tiempos. Vivimos en una época muy distinta a cualquiera de las que se recuerdan anteriormente. El ser humano ha aprendido a controlar plagas, enfermedades, ha asegurado su despensa, ha desarrollado los sistemas de protección social y ha logrado unas cotas de bienestar que le hace ignorar que en el "submundo" hay un niño muriendo cada tres segundos de hambre. Cada época trajo su modo de pensar, sus acontecimientos, sus muros y hasta sus propias revoluciones. Hoy asistimos a un cambio silencioso que va filtrándose en nuestras vidas por obra y gracia de los medios de comunicación. Si no te gusta la realidad, transfórmala. Esta pudo ser una consigna del mayo del 68 o de la marcha del millón de hombres en la que destacaron hombres como Martin Luther King. 

     Sí, hubo una época en la que la gente luchaba por los sueños de su comunidad. Hoy, solo nos piden que pensemos en nosotros mismos. Es una buena forma de anular la conciencia colectiva. Consume realidad a todas horas; si no te gusta, busca otra, crea versiones, husmea el medio que más distorsiona hasta alcanzar los límites casi infinitos del esperpento. En una sociedad en la que casi todo está en venta, la verdad se ha convertido en una mercadería más. Este término hace justicia a esas versiones construidas que desde hace tiempo circulan por los medios, que nos hacen ver la realidad manipulada por lobbys, por grupos de presión o por los intereses espúreos de un puñado de políticos o personas influyentes que nos ofrecen una versión de la historia y de la actualidad que nada tiene que ver con la verdad. Si quieres conseguir tus objetivos, manipula. Crea versiones verosímiles, tacha de traidor al que ya no te puede ofrecer nada. La verdad es un camino que solo sirve para el que se siente a gusto deambulando por él.


La librería

                                                                                       Juan A. Flores Romero



Hace ya un tiempo que buscaba tener un momento para disfrutar de la última obra cinematográfica de Isabel Coixet: La librería, basada en un libro de Penélope Fitzgerald. Quizá viniendo de esta directora, no me sorprendió la manera tan exquisita en que está realizada. La acción transcurre lenta como un arroyo que desciende sobre la suave pendiente de un paisaje de campiña. El tiempo aparece detenido como en una postal antigua. Aunque no dice nada, todo hace apuntar que la historia se enmarca a mediados de la década de los 50.

En la campiña inglesa, una mujer atrevida, viuda, culta y con ganas de innovar decide abrir una librería en Old House, un viejo edificio que amenazaba con desaparecer debido a su precario estado. Esa decisión es vista por algunos sectores de la población del lugar, especialmente por la aristocracia, como una ofensa al estado de cosas, por parte de esta dispuesta mujer emprendedora. Por tanto, algunos personajes, dirigidos por el estamento dominante, deciden hacerle la vida imposible y echar abajo un negocio que había despertado, no solo la curiosidad de los habitantes, sino el deseo de leer y de profundizar en la literatura de algunos de sus vecinos más peculiares, especialmente de un aristócrata amargado que, con ayuda de la librera, descubre la grandeza de autores contemporáneos como Ray Bradbury y Vladimir Nabokov, uno de los creadores de la distopía, el primero, y un incomprendido encasillado en la literatura erótica, el segundo. Por cierto, os recomiendo leer algo de cada uno de ellos y quizá les dedique alguna reflexión literaria en mi blog.

La obra nos muestra toda una sociedad cimentada en la hipocresía, en los prejuicios y en la envidia; los integrantes de una clase social que no soportan que una persona, y menos aún una mujer, pueda hacer revivir a todo un pueblo dormido en la ignorancia y en la indiferencia. Es, en definitiva, un canto a las personas atrevidas que pretenden cambiar en mundo comenzando por ese entorno más próximo y cómo esa fuerza se torna en decepción cuando la envidia y los celos hacen que esos emprendedores tengan que tomar otro rumbo.

No obstante, la esperanza se pone de manifiesto en la joven ayudante de la librera, una niña que apenas sabe leer ni le interesa la lectura, y que queda maravillada por la bondad y la perseverancia de la protagonista. Aunque esta termina por marcharse del pueblo debido a la hostilidad que algunos han generado hacia ella, la niña nunca olvidará el aura especial de aquella señora hasta tal punto que, de mayor, consigue heredar la afición de aquella mujer por los libros. Esto es, se hace librera.

Un ejemplo de cómo, a veces, las semillas dan buenos frutos aunque caigan en tierra hostil, de las personas que se autoafirman destruyendo a los demás y de la indiferencia de la sociedad ante las injusticias. La sociedad se resigna a seguir viviendo en la ignorancia y la apatía por plegarse a las exigencias del poder que solo busca mantener su estatus para que el pueblo siga viviendo en las sombras de la ignorancia.

No te pierdas esta bonita fábula de factura pausada y con una excelente fotografía. No busques acción... déjate seducir y disfruta de ese potente trabajo de Isabel Coixet.




AYLAN KURDI, in memoriam.

                                                                                          Juan A. Flores Romero 

Hace poco menos de tres años, los medios de comunicación nos sorprendían con unas imágenes estremecedoras; un niño como cualquier hijo de vecino, vestido con camiseta, pantalón y unos zapatos negros, aparecía boca abajo en una playa turca. Su madre lo había sacado unos días antes de Siria por miedo a perderlo allí. En su lugar, el mar le arrebató la vida y el abrazo de las olas le depositaron en aquella tierra con la que quizá su madre le había hecho soñar, un paraíso sin bombas, sin sufrimiento, sin hambre,... Aquella mujer que le tuvo en su vientre pensó que el viaje en medio de la negrura de la noche y de la soledad de un destino incierto era lo mejor para su hijo. El mar le dio un gran abrazo que le transportó a tierra firme y de allí su cuerpo volvió a la tierra de la que un día salió sin saber muy bien su destino. Todos lloramos la muerte de Aylan. Era un niño "tan normal", utilizando una de esas expresiones que tanto nos gustan. No estaba desnudo, ni mostraba un cuerpo desnutrido; solo era un niño que podría estar soñando con ir a la guardería a intentar montar un sencillo puzzle o a echar de menos a una madre que debía buscarse la vida para que a él no le faltara de nada. Hoy tal vez ya no nos acordemos de él, pero sigue ahí, cabeza abajo, sobre la arena, golpeado por las olas, ignorado por una sociedad amamantada por los medios de comunicación que hoy nos exigen una lágrima y mañana nos colocan un tupido velo para que no insistamos en seguir viendo la insoportable realidad que esconde el otro lado del mar.


REFLEXIONES: EL FUTURO EN LA MOCHILA

Creo que la educación nunca ha estado entre las prioridades de ningún gobierno de España. Curiosamente siempre sale a relucir la escuela en periodos preelectorales y como excusa para tapar otros asuntos que pueden hacer más daño al partido de turno. En un país que clama por el MIR del profesorado -creo que no ha salido del ámbito de la poltrona atrapavotos- no ha habido ni un solo pacto de estado por la educación. Tal vez quieran seleccionar a los profesores más dispuestos a aguantar a los vástagos de una sociedad que continuamente les pone en tela de juicio cuando -una amplia mayoría- no busca sino dotar de más y mejores conocimientos y valores a la parte más vulnerable de la sociedad, huérfana de referentes estables y falta del sentido de la responsabilidad (por favor, sigamos arrastrando las mochilas de nuestros hijos por si se lastiman la espalda y justificándoles todo no sea que tengan que aprender a enfrentarse a las consecuencias de sus propios actos). Sigamos en el ranking de países con más universidades a la vuelta de la esquina, pero con una calidad educativa que deja mucho que desear. Ni el mejor nadador podría siquiera llegar a la otra orilla atado de pies y manos. Nuestros políticos se podrían tomar más en serio la educación en lugar de hacer política hueca, en este ámbito, con el fin de recibir el aplauso fácil de sus votantes. Donde hay vida hay esperanza, pero me temo que vamos a seguir alimentando el inmovilismo en el que estamos instalados.

                                        Juan Antonio Flores Romero.

Los grandes siempre fueron lectores,

los lectores siempre fueron grandes.

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