DEBATE SOBRE LAS LENGUAS ROMANCES
Historia de las Lenguas Romances
He de agradecer a mi compañero y amigo, Antonio José Moreno, la idea de incluir esta sección en la que pretendo tratar temas relativos a la historia de la lengua. La Torre de Babel nos dio mucho juego y posiblemente algún día dedicaré un artículo a aquel mito -con más que evidentes bases históricas- que originó la riqueza lingüística que sirvió de base para el desarrollo de nuestra civilización. Todos los mitos o narraciones tienen una base racional. Comenzamos hoy hablando de una polémica acerca del origen de las lenguas romances.
Lengua Romance es el nombre dado a ocho grupos de lenguajes que evolucionaron del latín vulgar del imperio romano, hablados por alrededor de 920 millones de personas, con predominancia en el mundo occidental. Son lenguajes modernos que evolucionaron del latín vulgar entre los siglos VI y IX formando una rama de las lenguas itálicas dentro de la familia de lenguas indoeuropeas. Al inicio del siglo XXI alrededor de 920 millones de personas en el mundo eran hablantes de lenguas romances, principalmente en Europa, áfrica y en el continente americano. Las lenguas romances más habladas actualmente son el español, el portugués, el francés, el italiano, el rumano y el catalán. El término "romance" deriva de la expresión romanice del latín posclásico, que a su vez derivó de la palabra en latín romanus. Estas lenguas se denominan "romances" porque derivan del latín vulgar hablado en los territorios del sur de Europa que una vez formaron parte del Imperio Romano. Eran dialectos vulgos y coloquiales hablados por soldados, colonos y comerciantes romanos que se esparcieron por toda Europa; en contraste con las formas clásicas del latín que eran habladas por las clases altas que tenían la particularidad de ser también lenguas escritas. Mientras que el latín vulgar divergió progresivamente en las lenguas romances, el latín clásico cayó en desuso y aunque hoy en día todavía se estudia, es considerada una lengua muerta. Las lenguas romances comparten numerosas palabras de vocabulario que son reconocibles entre los diferentes idiomas, a pesar de los cambios fonológicos, al igual que sucede con numerosos verbos y formas gramaticales. Estas similitudes lingüísticas se remontan a las lenguas habladas en el Imperio Romano. A pesar de un largo proceso evolutivo, las lenguas romances poseen muchas características en común. Las lenguas romances derivaron del latín vulgar que era hablado en los territorios del antiguo Imperio Romano, pero que se diferenciaba notablemente del latín literario. Historia del latín El término latín proviene de un grupo étnico de origen indoeuropeo conocido como latinos (en latín: Latini) que se establecieron alrededor del II milenio a. C. en la región histórica de Latium, en la parte meridional del actual Lacio al sur del río Tíber. Los latinos empleaban una forma de latín arcaico (Prisca Latinitas). Los primeros testimonios escritos del latín datan del siglo VI a. C. como la inscripción Duenos. Desde el inicio de la historia del latín existieron diferencias importantes entre el lenguaje escrito y el idioma hablado. Durante el apogeo del Imperio Romano una forma mejorada del latín fue empleado en la literatura. Esta forma del idioma se conoce como latín clásico. Era un lenguaje escrito mejorado con base a un refinado lenguaje hablado por las clases altas. El latín clásico tuvo numerosas diferencias sobre el latín arcaico. Más tarde el latín evolucionaría a través de los siglos en latín posclásico, latín tardío, latín vulgar o medieval, latín renacentista y latín científico. En término latín vulgar, o latín popular, se aplica al idioma románico hablado por las masas con todas sus idiosincrasias dialécticas e individuales, no necesariamente uniforme. Era también denominado latín inconditus, cotidianus, usualis, vulgaris, plebeius, prolectarius y rusticus. Este latín "popular" se diferenciaba notablemente del elegante latín escrito empleado por escribientes, autores y eruditos literarios. El latín vulgar eventualmente evolucionó en las lenguas romances. La anarquía que siguió con la caída del Imperio Romano fue favorable al crecimiento de los dialectos e idiomas especiales que derivaron del latín. A pesar que latín vulgar era un lenguaje hablado, puede ser reconstituido hasta cierto punto a través de tratados de los Grammaticus romanos, la Biblia latina, manuscritos latinos primitivos, inscripciones, colecciones de leyes bárbaras, algunos textos literarios e históricos entre los siglos IV y VIII, así como los decretos de la dinastía merovingia y el imperio carolingio. Lenguas romances Después de un proceso evolutivo que ocurrió en el lapso de tres siglos, el latín popular adquirió características individuales de acuerdo a las diferentes regiones del mundo románico en donde era hablado, y el inicio del "romance" ocurrió en el siglo VIII.
--Fuente: https://www.lhistoria.com/universal/lenguas-romances.
No obstante, la polémica está servida. Hace unos años, se realizó un estudio en Francia sobre el posible origen y desarrollo de estas lenguas de la cual procede el castellano. Esta fue la conclusión a la que se llegó:
EL VERDADERO ORIGEN DE LAS LENGUAS ROMANCES
Un pequeño libro aparecido en Francia en junio del 2007 viene a inaugurar una posible era copernicana en el mundo de la lingüística.
Su tesis fundamental es que hemos estado equivocados durante siglos respecto al verdadero origen de las lenguas romances (el castellano, el catalán, el francés, el italiano, el portugués, el rumano, entre otras). El autor, a lo largo de 12 capítulos deliciosos de leer, nos presenta lo que él considera pruebas irrefutables contra lo que él mismo denomina una auténtica aberración lingüística.
La lingüística es una ciencia relativamente reciente. Fue gracias al descubrimiento de las similitudes entre lenguas tan separadas geográficamente como las lenguas de Europa, las lenguas habladas en Irán y otras habladas o escritas en India, que se llegó a la conclusión de que todas ellas deberían tener un origen común. Tal lengua madre ha sido denominada de manera genérica como indoeuropeo, aunque no se sabe con certeza si hubo realmente un pueblo único que la haya hablado. La lengua indoeuropea, a través de oleadas de invasiones sucesivas venidas en el continente europeo, dio origen, siguiendo a la teoría más comúnmente aceptada, a distintas familias lingüísticas de las que proceden a su vez la inmensa mayoría de las lenguas habladas en Occidente.
Una de tales ramas, denominada «itálica», dio origen a una lengua de campesinos que se impondría, con el pasar del tiempo, en la lengua de un inmenso imperio que albergaba en su seno grupos humanos de las más variadas características: el latín. Originalmente hablado por los habitantes de la región italiana del Lacio, el latín se convertiría con los siglos en la lengua oficial del Imperio romano. Llevada a lomo de caballo y en la punta de las espadas de la conquista romana de Europa, con la decadencia y desmembramiento posteriores del inmenso imperio vendría el inevitable proceso de descomposición del idioma latino. Con las sucesivas invasiones procedentes del norte y este de Europa, el latín, hablado por gentes de todos los tipos y condiciones sociales, fue deformado progresivamente al punto de generar distintas «hijas» que se convertirían luego en las lenguas de las nacientes naciones: España, Francia, Italia, Portugal, Rumanía. Es por ello que a estas lenguas, llamadas «romances», se les llama, alternativamente, lenguas «latinas».
Una madre que no deja herencia alguna.
Lo expuesto anteriormente es la historia oficial de las lenguas romances, incluida el castellano, comúnmente aceptada y que podemos encontrar en cualquier bibliografía sobre el tema. Sin embargo, si unas lenguas evolucionan a partir de otras, deberíamos poder encontrar las huellas de tal evolución. En otras palabras, las lenguas hijas deberían portar en sí mismas las huellas hereditarias de la madre. La constatación que Cortez hace en su libro, de manera exhaustiva, es que eso no ocurre en el caso del latín y las lenguas romances.
En primer lugar, tenemos el vocabulario. Es cierto que podemos encontrar miles de palabras que se asemejan en todas las lenguas romances y que provienen de alguna palabra latina (ABYECTO, BELICOSO, ETENO, FEROZ, GRACIL, HONESTO, IGNOMINIOSO, OBSEQUIOSO, PERPETUO, etc.). Sin embargo, la inmensa mayoría de tales palabras son de origen culto, es decir, introducidas por literatos, escritos y otros personajes de gran cultura, que conocían la lengua latina, por lo que tales vocablos no pertenecen al registro del habla cotidiana. Cortez hace una revisión detallada de los vocabularios latino y romance en varios dominios del habla diaria y encuentra un hecho fundamental y sorprendente: el vocabulario de base de las lenguas romances no proviene del latín. Por razones de espacio no puedo aportar abundantes ejemplos, pero tomo uno que parece significativo: la palabra «guerra». ¿Es posible pensar que un pueblo conquistador como los romanos no haya heredado a los pueblos sometidos el vocabulario de la actividad fundamental que llevaba a cabo? Vemos, así, que «guerra» se dice «guerre» en francés, y «guerra» en italiano y portugués, pero se dice «bellum» en latín . Invito a los lectores a hacer la misma comparación con otras palabras del mismo dominio: tratado, matanza, general, soldado, batalla, mariscal... La comprobación de la similitud enorme entre las lenguas romances es tan impactante como la disimilitud total con la palabra latina equivalente. El mismo ejercicio puede hacerse con los vocabularios de la geografía, la ropa, partes del cuerpo, etc.
En segundo lugar, la gramática de la lengua latina no tiene la menor semejanza con las gramáticas de las lenguas romances. Como sabemos todos aquellos que hemos estudiado lenguas clásicas en el bachillerato o en la universidad, el latín, al igual que una gran parte de las lenguas indoeuropeas, es una lengua desinencial. Los sustantivos se declinan en casos dependiendo de la función gramatical que deben desempeñar en la oración. Ninguna lengua romance declina sus sustantivos, con la excepción del rumano que posee un sistema de casos muy reducido. Igualmente encontramos que todas las lenguas romances poseen artículos (determinados e indeterminados), mientras que el latín no poseía ninguno. Al igual que el griego, el latín posee el género neutro, además de los géneros masculino y femenino. Ninguna lengua romance lo posee. Y hay más: el latín vulgar, que se llama a la madre de las lenguas romances, era hablado por gente supuestamente bárbara, inculta y sin educación. Pero las lenguas romances poseen una persona gramatical que el culto y aristocrático latín no poseía: usted. Terminemos la revisión rápida de la gramática latina con el indicio más impactante: la sintaxis. ROSA ALBA EST (literalmente: la rosa blanca es) se convierte en «La rosa es blanca» en todas las lenguas romances, y NON TAMEN ABSTINUIT VENTUROS PRODERE CASUS PER VARIAS FORTUNA NOTAS (literalmente «No sin embargo dejó futuros revelar los males por medio de variados azar signos») en correcto español viene a ser: El azar, sin embargo, no dejó de revelar los males futuros por medio de signos diversos. En otras palabras: la sintaxis latina no tiene absolutamente nada que ver con la sintaxis de las lenguas romances.
Frente a un cúmulo de diferencias tan enorme, los lingüistas tradicionales han hablado de la existencia de un estadio intermedio de la lengua latina que dio origen a las lenguas romances. Este «bajo latín» o «latín vulgar» vendría a ser una deformación de la lengua latina clásica. El problema, según Cortez, estriba en que el tiempo para que tales transformaciones tuviese lugar es demasiado corto, de apenas unos siglos. En el Concilio de Tours (mediados del siglo IX) se habla todavía de una «lengua romana rustica», que se supone fue la lengua que dio origen a las lenguas romances, pero hay huellas de éstas ya desde los siglos XII y XIII. Estamos hablando, entonces, de un tiempo de generación de apenas 4 siglos. Cortez saca a relucir, a modo de comparación, un fenómeno paralelo y totalmente opuesto: el caso de la lengua griega. El griego y el latín tuvieron igualdad de importancia en la Antigüedad. Las personas cultas aprendían a leer, escribir y hablar en ambas lenguas, que eran enseñadas en todas las escuelas romanas. Pero el hecho significativo es que la lengua griega, en 35 siglos, ha variado muy poco. ¿Cómo explicar eso?.
La verdadera madre
Nos encontramos, entonces, frente a un problema tremendo que los mejores latinistas no han logrado resolver: los intentos de reconstruir el idioma original a partir de las lenguas romances no produce nunca la lengua latina.
Para Yves Cortez, el problema se encuentra en otro lado y no lo hemos aceptado: el latín no es la verdadera lengua madre de las lenguas romances, y llamar a este ascendiente lingüístico romance con el apelativo de «latín vulgar» es un error catastrófico, porque hace pensar que es un latín deformado. La conclusión suya es que era una lengua completamente diferente. No de otra manera puede explicarse que el vocabulario de base, la gramática y la sintaxis sean totalmente distintas.
La pregunta que surge inevitablemente ahora es: ¿de dónde provienen entonces las lenguas romances? Para Yves Cortez, la verdadera madre ha estado siempre a nuestro lado, pero la ignorábamos, incapaces de reconocer su papel fundamental. El peso de la tradición y el prestigio de la lengua latina (que fue seleccionada, curiosamente, por la Iglesia católica como lingua franca y luego por los hombres cultos de los siglos posteriores como la lengua de transmisión de los conocimientos) la mantuvo relegada e ignorada, y es en este punto donde radica la originalidad de la tesis del autor. La verdadera lengua matriz, que dio nacimiento a las lenguas romances, fue... el italiano, pero el italiano no proviene del latín como comúnmente se cree, si no que es, y esto forma parte también de su tesis, una lengua más antigua, desprendida en tiempos remotos del tronco itálico. Es la única explicación posible, según el autor, que puede dar cuenta de una transformación tan radical de una lengua desinencial en una lengua preposicional, con cambios tan drásticos además en el vocabulario y en la sintaxis. Esto significa que los romanos que conquistaron Europa hablaban ya una cierta forma de italiano (Cortez la llama «el italiano antiguo», yo prefiero llamarla «el paleo-italiano» aunque es probable que fuera llamada por los romanos simplemente «el romano»), que fue la lengua que se transformó gradualmente en las lenguas romances que conocemos hoy.
La historia se habría desarrollado de la manera siguiente: los «italianos» habitaban la región que posteriormente fue conquistada por los «latinos» (que hablaban y escribían en latín). Precisamente a causa de esto, la lengua del conquistador latino fue la lengua escrita del gobierno y de manejo de las instituciones. Pero los «latinos», superiores militarmente, eran inferiores en número y no lograron imponer su lengua antes del comienzo de la fenomenal expansión romana, y aunque el latín siguió siendo la lengua escrita oficial en los siglos subsiguientes, aun después de que el latín desapareciera como lengua oral (se sospecha que el latín era ya una lengua muerta en la época de Cicerón), fue la lengua romana hablada, este «italiano antiguo», la que siguió su vida como lengua de expresión cotidiana, aunque no se ponía por escrito, conquistando a los conquistadores. Sería el caso primero en la historia de una lengua de los dominados que pasa a ser la lengua de los dominadores.
De tal manera que tres lenguas convivían en la antigüedad romana: el latín, el griego y el «romano» o «italiano antiguo». Este fenómeno de dualidad, lengua escrita-lengua hablada, no es extraño en la época ni lo es hoy en día. Por ejemplo, en los tiempos de Jesucristo, en la Judea-Galilea-Samaria antigua, se hablaba en arameo, pero se escribía en hebreo. En el norte de África, en el Magreb de hoy, se hablan dialectos del árabe, pero se escribe en francés y en árabe clásico.
Los numerosos puntos comunes al latín y a las lenguas romances provienen de su origen común, el indo-europeo. A esto se agregan los efectos de una coexistencia de casi 20 siglos entre las lenguas romances habladas y el latín como lengua escrita, al punto de que numerosas palabras romances han sido tomadas del latín.
Como es de imaginar, esta novedosa tesis de Yves Cortez ha producido las más ásperas reacciones en el mundo lingüístico. En su contra juegan diversos factores, de los cuales el más importante es la carencia (por los momentos) de textos escritos en este «italiano antiguo».
Esta hipótesis plantea problemas tremendos. Habría, por ejemplo, que redefinir una buena parte de las etimologías de nuestros diccionarios, pero si bien esta teoría genera más preguntas que las que responde, es, sin duda, un camino digno de explorar.
Bibliografia:
Le français ne vient pas du latin, Yves Cortez, Ediciones L"Harmattan, junio 2007.
Como decía, la polémica está servida. Se esté de acuerdo o no -para eso hay que leer y formarse mucho en la materia- es una nueva tesis a tener en cuenta. La lengua es un ser vivo surgido de la necesidad que tiene el ser humano de comunicarse. Cómo ha llegado hasta nosotros es, en muchos casos, complicado de saber. Como cualquier ser vivo, creo que la lengua está sometida a las leyes propias de la evolución. Es una cuestión de génesis a partir de otra creación anterior, estando sometida a la continua transformación fruto de las necesidades de cada momento. La lengua castellana del siglo XXIII será distinta o no será.