El Barrio de las Letras: el Madrid de la movida del siglo XVII

10.01.2021

Fuente del texto: www.distritocastellananorte.com


El céntrico barrio madrileño de las Letras es un escenario literario donde seguir las pistas de los escritores más importantes del Siglo de Oro español

En el número 87 de la calle Atocha se imprimió en 1605 la primera edición del Quijote

Museos e instituciones recuerdan su pasado, así como las inscripciones literarias en sus suelos

El madrileño barrio de las Letras es uno de los lugares con el pasado más literario del mundo: por él recaló en el siglo XVII la flor y nata del Siglo de Oro de la literatura española, cuyo legado es universal. Sus calles fueron lugar de encuentro de escritores, autores, dramaturgos, poetas y actores; espacio de tertulias y debates políticos; y el gran teatro de la época, ya que albergaba corrales de comedias y teatros donde cobraban vida las historias escritas sobre papel. Para este barrio fue una época de lenguas viperinas, amistades y enemistades enconadas, batallas de sátiras y mil historias de vecindad. Centro de la bohemia y el espectáculo capitalinos, esta particular "movida madrileña" del siglo XVII respiraba un ambiente en el que se mezclaban, de forma desordenada, la creatividad y el genio con una intensa vida nocturna, llena de intrigas y cotilleos.

Ubicado en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, junto a la llamada plaza del Arrabal (actual plaza Mayor), este barrio fue el hogar de grandes escritores, especialmente en el siglo XVII, aunque en el corazón literario de Madrid también se instalaron autores de épocas posteriores, quizás buscando las musas que iluminaron a sus antecesores. De hecho, también es conocido como el barrio de las Musas.

En la actualidad, el nombre oficial de esta céntrica zona de la capital, próxima a los grandes museos que forman el triángulo del Arte, es barrio de las Cortes. Está delimitado por la carrera de San Jerónimo, al norte; el paseo del Prado, al este; la calle de la Cruz y la plaza de Jacinto Benavente, al oeste; y la calle de Atocha, al sur.

Su apodo actual es bastante reciente. Fue una iniciativa municipal para que el nombre fuera el reflejo de su legado y un atractivo turístico añadido. Y efectivamente, el popular barrio de Las Letras atrae hoy en día a visitantes de todo el mundo que buscan las pistas de las grandes figuras del Siglo de Oro: Tirso de Molina, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Calderón de la Barca. Este último, aunque vivía fuera del barrio, en la calle Mayor, lo frecuentaba bastante y su estatua se erige en la concurrida plaza de Santa Ana, espacio en el que también se homenajea a otro genio de las letras más reciente, Federico García Lorca.

En el más bullicioso de los barrios madrileños, las placas y los suelos enlosados hablan, especialmente en una de sus arterias principales, la calle Huertas, que debe su nombre a las plantaciones que existían tras los muros de casas y conventos. Pasear por ella es como leer un recopilatorio de obras esenciales de nuestra literatura, pues en su pavimento hay escritas citas de Góngora, Cervantes, Lope de Vega, Zorrilla... mientras que las paredes lucen placas con referencias biográficas a estos autores con mayúsculas.

El papel de los corrales de comedias

¿Pero por qué se establece en este barrio tanto literato? Los madrileños eran muy aficionados al teatro, que en el Madrid de los Austrias se trasladó de las iglesias a los corrales de comedias. Todo el mundo de la farándula, dramaturgos, cómicos y actores, se congregaba alrededor de estos espacios que proliferaron en el barrio, la mayoría de los cuales se encontraban en manos de las llamadas cofradías de teatro, agrupaciones filantrópicas que servían como un medio para sostener económicamente hospitales y obras de caridad.

Entre los más famosos de estos improvisados espacios de representación al aire libre donde previamente camparon las gallinas, figuraban, entre otros, el célebre Corral de la Pacheca (alquilado a la señora Isabel Pacheco), el Corral Burguillos, el Corral Sol, el de Valdivieso. En ellos, el público disfrutaba tanto alborotando como escuchando la obra. Muchos corrales irán perdiendo protagonismo, y los que prosperaron se redujeron a dos, adoptando estructura cubierta de teatro a la italiana: el del Príncipe, en la plaza de Santa Ana (a cargo de los gestores del contiguo corral de la Pacheca y que pasó con el tiempo a convertirse en el actual Teatro Español); y el de la Cruz, en la calle del mismo nombre, que fue derruido en el siglo XIX. En él, Lope de Vega fue arrestado en medio de una función, acusado de ser autor de unos libelos injuriosos contra su antigua amante, Elena Osorio, y su familia.

Cervantes, el vecino más ilustre

También en el barrio se encontraba la imprenta de Juan de la Cuesta y María de Quiñones -en la calle Atocha, 87- en la cual se imprimieron El Quijote y otras obras de Cervantes. El edificio acoge ahora la Sociedad Cervantina.

Fue precisamente el autor de esta obra cumbre de nuestra literatura el vecino más ilustre del barrio. Cervantes vivió durante muchos años en esta zona, siempre de alquiler, por lo que cambió de domicilio en varias ocasiones: calle Magdalena, calle León... y falleció en una casa de la calle Huertas que fue demolida en 1833. Siglos después, el también escritor Mesonero Romanos escribió una carta al rey Fernando VII para evitar su destrucción; no lo consiguió, pero una placa en el nuevo edificio recuerda que allí acabó sus días Cervantes. Está enterrado en la iglesia de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso -allí fueron encontrados sus restos en 2015-, paradójicamente en la calle dedicada a su gran enemigo literario, Lope de Vega, con el cual chocaba frecuentemente. Ese convento era muy visitado por Lope, porque en él profesaba su hija Marcela.

La casa de Lope de Vega es de las pocas construcciones de la época que todavía hoy se conservan. Es un edificio de tres plantas con jardín que compró en 1610 y en el que vivió hasta el fin de sus días, en 1635. El "fénix de los ingenios" la describió como "mi casilla, mi quietud, mi güertecillo y estudio". Es uno de los mejores ejemplos de viviendas del Siglo de Oro que, si bien ha sufrido transformaciones, conserva varios aposentos y estructuras originales en su ubicación inicial. El inmueble fue inaugurado como Casa Museo Lope de Vega en 1935, el mismo año en que fue declarado monumento histórico-artístico y fue sometido entonces a una restauración arquitectónica que revivió el ambiente que se respiraba en sus estancias en tiempos de Lope. Sentarse bajo la sombra de una parra, en el precioso y recoleto huerto, o caminar por sus estancias, realmente te desplazan al Siglo de Oro.

Rivalidad entre genios

El destino es caprichoso y les ha gastado otra jugarreta a los dos literatos antagonistas, pues si bien el autor de El Quijote descansa en la calle que lleva el nombre de su rival, la casa en la que vivió y murió el prolífico autor de comedias... lleva a su vez, desde el siglo XIX, el nombre de Cervantes.

Sin embargo, no fueron los únicos enemigos declarados. Conocida es la rivalidad entre Quevedo y Góngora, que trascendía la literatura. Eran vecinos, pues ambos vivían en la Traviesa de la calle del Niño -ahora Francisco de Quevedo. Según se cuenta, Quevedo no se conformó con burlarse de la nariz de su enemigo, sino que compró la casa en la que vivía de alquiler el escritor cordobés, sólo para echarle a la calle.

Otro lugar clave del barrio de Las Letras es la iglesia de San Sebastián, en el número 39 de la calle Atocha. Allí fueron bautizados Tirso de Molina (1579), Ramón de la Cruz (1731), Leandro Fernández Moratín (1760), José Echegaray (1832) o Jacinto Benavente (1886) y fueron enterrados Lope de Vega (1635), Juan Ruiz de Alarcón (1638), José Espronceda (1842) y el propio Jacinto Benavente (1954), entre otros. Larra y Bécquer celebraron aquí sus bodas. Tres placas recuerdan a todos los personajes ilustres que han tenido alguna vinculación con esta iglesia.

Los ecos de Quevedo, Góngora, Lope de Vega y Cervantes todavía resuenan en un barrio que conserva su fisonomía antigua y una personalidad propia. Su espíritu todavía deambula por este pedacito de Madrid inexorablemente vinculado a la cultura, donde se ubican baluartes como la Real Academia de la Historia o el Ateneo de Madrid. "Si un barrio con semejante pedigrí hubiera estado en Londres o París -afirmó Arturo Pérez Reverte- todo el lugar sería hoy un inmenso museo al aire libre cuajado de bibliotecas, placas conmemorativas, monumentos y autobuses con turistas".

Post elaborado con la colaboración de Victoria Cano, gestora y programadora cultural en la Casa Museo Lope de Vega.

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