El cabaret Voltaire y el Grupo de Zurich
Juan A. Flores Romero
Hace poco más de cien años, en plena Gran Guerra, se creó en Zurich el cabaret Voltaire, un espacio cultural sobre el que se edificó parte de la vanguardia literaria y artística de Europa. Eso sucedió en febrero de 1916 y sus artífices fueron Emmy Hennings y Hugo Ball. Fue en aquel lugar donde parece ser surgió el dadaísmo. La ciudad, y por extensión toda Suiza, había sido receptora de refugiados que huían del conflicto armado dada su naturaleza neutral, gran parte de ellos desertores de una contienda con la que no querían contribuir. Muchas de las mentes que dieron cuerpo a las vanguardias europeas circularon por allí y frecuentaron el cabaret Voltaire, epicentro del denominado grupo de Zurich. Durante décadas el edificio estuvo abandonado. A comienzos del siglo XXI se había convertido en una casa de "okupas" y posteriormente, en 2004, se inauguró como espacio cultural de la cultura dadá. Hans Arp o Marcel Janco, rumano como Tristan Tzara, fueron dando cuerpo a esta mezcla de cervecería y sala de espectáculos alternativos.
Como ya se les explica a los estudiantes de Literatura, el origen de dadá es difuso. Algunos opinan que fueron los camareros de otro local -el café Terasse- que frecuentaban en Zurich los que oyendo a los miembros, casi todos extranjeros, determinaron que la palabra más repetida entre ellos era "da-da", que en ruso y otras lenguas afines significa "sí, sí". Por eso les llamaron dadaístas. Otros apuntan que es simplemente un balbuceo infantil, que es el punto de partida de esta apuesta literaria que busca una expresión que no transmita nada lógico y que se constituye como un grito anterior a la razón. Existe la otra idea acerca de que, según Tzara y Ball, el término surge al abrir un diccionario al azar en un local de Zurich, en medio de una reunión, y toparse con la palabra dadá (ese balbuceo infantil mencionado antes, que iba a ser un grito de una nueva cultura contraria a los valores burgueses que habían llevado a los europeos a la destrucción). Era una forma de protestar. Luego surgieron los siete manifiestos dadaístas. Pero eso ocurrirá en 1918 una vez que Tristan Tzara -líder del grupo- conozca a Francis Picabia un año antes.
Hans Arp explicó en 1921 el origen del término dadá "en el café Terasse de Zurich" y "mientras me llevaba un bollo a la fosa nasal izquierda". El dadaísmo se había convertido en una suerte de religión civil, una manera de protestar contra la lógica que defendía un modelo burgués basado en la colonización y la guerra. Existía otra manera de ser y de vivir y ello condujo a muchos vanguardistas del momento (escritores, pintores, escultores,...) a unirse a esta aventura que ha logrado colarse en los libros de Historia de la Literatura y que está siendo rescatado como patrimonio cultural del siglo XX en la ciudad de Zurich desde hace unos años.
Esta nueva forma de sentir el arte constituyó una revolución cultural en Europa y estuvo alineada con tendencias filosóficas como el nihilismo en un siglo caracterizado por la catarsis de todos los valores culturales asentados en la sociedad especialmente desde la Ilustración.