El día que maté a Kurt Cobain (Cap. 1)

29.06.2019


   Juan A. Flores Romero


    Lo recuerdo como si fuera ayer. Con toda la fuerza de un relato que un escritor ha vivido en primera persona. Sí, no escatimaré en detalles. Era una tarde lluviosa de primavera. No lo digo porque queda bien en una hoja impresa sino porque efectivamente llovía. Lo hacía con fuerza y yo contemplaba aquellas líneas de agua deslizarse a través del cristal del coche. Las gotas se juntaban y se fundían en un apasionado beso. Después desaparecían, supongo que arrastradas por otras gotas. Mi médico me ha aconsejado escribir mucho y por eso lo hago. Me dijo que no escatimara en detalles y es por eso que le hablo del coche, del cristal y de aquella tarde en que contemplé mis manos llenas de sangre. Era 5 de abril de 1994 y apenas graduado logré reunir el dinero suficiente para llegar a aquel lugar. Durante mucho tiempo contemplé la silueta de Seattle. Allí, junto al océano, frente a una inmensidad que se disputaba el protagonismo con aquel fuerte aguacero de primavera. Quizá podría haberle dicho que en realidad me encontraba en una habitación solitaria, tecleando unas líneas para escribir una novela que jamás iba a terminar nunca. No, no estaba solo. Me hallaba ante la inmensidad y ante mí mismo viendo cómo Seattle desparecía entre ese aluvión de una tarde de abril.

    Mis manos temblaban; yo era un joven aterido, recién salido de una adolescencia complicada. Había logrado llegar hasta allí. Siempre había sido mi mayor deseo. Seattle me había parecido un lugar oscuro pero lleno de ingenio. Muchas eran las bandas que habían actuado allí, junto al mar, al otro lado de un mundo que no ofrecía sino cosas banales. Un buen oficio, una vida plagada de comodidades. Un piso comprado a plazos. Una lavadora, un frigorífico y luego vendrían otras notas de un recital de una existencia aburguesada. Una vida en la que no faltarían otras vidas que poco a poco fueran devorando la tuya propia. Una hipoteca, un reloj de pared, un viaje a Alsacia, una colección de discos de los ochenta y quizá el deseo de adquirir algún objeto perteneciente a un escritor famoso. Cosas que se podría llevar un incendio o una inundación dejándote nuevamente solo ante el espejo chamuscado e incólume ante unas circunstancias rodeadas de llamas.

    Toda mi vida pasó delante de mí como en un desfile de carnaval. Podría imaginar todo lo que podría tener y todo lo que podría perder. Y esto último en tan solo unos minutos. Aquellas imágenes fantasmagóricas no me consolaban. Mis manos seguían temblando. Había logrado coger un trapo de la guantera y me había secado aquellos diez dedos que despedían un olor metálico. Era asombroso cómo se podía terminar con una vida sin tan siquiera recordarlo. Es cierto que aquel cuerpo yacía en el suelo y que unos minutos más tarde ya estaba montado en el coche blanco que había alquilado unas horas antes. Había cometido un asesinato. Varias imágenes de mi vida anterior se me agolpaban en la cabeza mientras escuchaba el inconfundible sonido de aquella banda grunge. Un tiempo atrás había leído en la prensa el impacto que un músico bastante desaliñado había provocado en el gran poeta Burroughs, icono de la generación beat. El cantante de Nirvana había invitado a este poeta, ya anciano, a pasar un día en su casa, frente a la costa del pacífico. Cuando le preguntaron sobre la experiencia, éste acertó a decir: "a este chico le pasa algo". Y era cierto, sus ojeras y su mirada cansada solo rezumaban el hedor de una vida perdido entre el alcohol, la droga y un pasado tatuado de sufrimiento y heridas sin cerrar.

   Logré tomar prestado un bolígrafo de una oficina de correos desde donde envié una postal. Bonito lugar al que tal vez jamás regresaría. Aquel bello paisaje mojado por la lluvia iría a dar con el fondo un un buzón o posiblemente caería sobre un lecho de cartas que algún repartidor habría depositado unos minutos antes para reclamar recibos impagados a un buen puñado de vecinos que habían optado por hipotecar sus vidas mientras apenas se percataban de que estaba lloviendo.


¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar