El origen de los almogávares

13.03.2021


Fuente del texto: caminandoporlahistoria.com

A principios del siglo XX, los políticos griegos todavía seguían maldiciendo la presencia de los almogávares, seis siglos antes, en tierras griegas. Posiblemente olvidando que fueron llamados por ellos mismos, para sacudirse de encima a los turcos en las horas más bajas del Imperio Bizantino. Ni salvadores de un Imperio, ni los más terribles guerreros. Seguro que en el término medio entre las fuentes bizantinas y las basadas en Ramón Muntaner, uno de los protagonistas almogávares que dejó sus memorias escritas. Hallamos la verdad de este sorprendente ejército de catalanes y aragoneses, que fundaron los ducados de Atenas y Neopatria.

El origen de los almogávares.

Desde que, en el siglo XVII, Francisco de Moncada, despertará el interés de la historiografía hispana por el ejército almogávar, han sido varios los principios asignados al mismo. Algunos se han atrevido a asignar un origen visigodo, debido a las vestimentas con las que nos han sido descritos, que se asemejan más a los pueblos bárbaros germanos que a soldados medievales.

Dicho origen ha sido descartado, ya que, de ser así estos grupos se hubieran también encontrado en lugar de huida de los visigodos tras la invasión musulmana, es decir en la cordillera Cantábrica. Por lo tanto, su origen parece ser mucho más sencillo y lógico de lo que podamos pensar, además de coincidir con el nacimiento del Reino de Aragón, es decir tres siglos antes de los hechos por los que son conocidos. El carácter conquistador del recién nacido reino cristiano, ofreció una serie de oportunidades que los rudos hombres de las montañas debían de aprovechar. La llegada de Alfonso I el Batallador expandió los territorios aragoneses desde los Pirineos al Sistema Ibérico, una enorme extensión de fronteras totalmente desprotegidas, debido principalmente a dos premisas: la escasa fuerza militar y las dificultades fronterizas debido a las agrestes montañas.

Pues bien, una serie de hombres parece que se dedicaron por su cuenta, riesgo, y en especial beneficio, a la protección de dichas fronteras. Las vestimentas con las que han sido descritos y su forma de luchar han ayudado a pensar en su pasado común. Su zamarra de piel, que solo abandonaban en los rigurosos climas veraniegos, sus piernas protegidas por calzones de cuero, o las abarcas para trepar por los terrenos más montañosos, son el mejor indicador de un pasado pastoril. Las duras condiciones de vida de las montañas pirenaicas labraron a los almogávares aragoneses y catalanes. La nueva forma de vida que le ofrecía la conquista de territorios, les abrió la puerta a vivir del pillaje y saqueo de las localidades fronterizas andalusís. No se sometieron en un principio, ni a reyes, ni a nobles o villas, rechazando en todo momento vivir en servidumbre. El nombre por el que son conocidos, fue dado por las propias víctimas musulmanas, ya que el vocablo árabe al-mogavar significa "el que hace algaradas"

Si bien en un principio fueron los pastores pirenaicos catalanes y aragoneses, dicha forma de vida comenzó a atraer a nuevos personajes a la historia de los almogávares. Entre ellos los propios musulmanes de los nuevos territorios conquistados, que a buen seguro habían sufrido en sus carnes el asedio de los almogávares, y que ahora se decidían a incorporarse a esa vida, antes de huir a nuevos horizontes. También los navarros en un menor número, tras un evidente contacto con los aragoneses debido a la historia compartida. Por último, destacar a los valencianos y mallorquines de los territorios que fue conquistado la Corona de Aragón.

El ejército almogávar.

En este entorno fueron creado su particular ejército. Su forma de lucha normalmente fue a pie. Aunque tras unos años en Grecia y amplia experiencia en combate, según el propio almogávar Ramón Muntaner, empezaron a montar a caballo, pero cuando llegaban al lugar de encuentro con las huestes enemigas se bajaban del mismo, porque solo sabían luchar así. También fueron confeccionado su propio armamento lo más acorde posible a su sistema de vida descrito. Lo mismo que usaron para el pillaje y saqueo, saliendo a toda velocidad para huir al refugio de la montaña o luchando cuando eran alcanzados por lo veloces hombres a caballo, usaron a lo largo de su historia contra los pesados ejércitos medievales.

Para vencer a estos últimos, usaron el mismo sistema aprendido durante años de pillaje en las montañas. Tanto el factor sorpresa, como el aprovechamiento del terrero necesitaban de uniformes y armas ligeras de peso. De ahí que prácticamente no usaran protecciones, ni cota de malla, ni corazas, ni enormes escudos. Más bien un pequeño escudo para protegerse del cuerpo a cuerpo, armas arrojadizas como dardos, o una pequeña lanza denominada azcona y un gran cuchillo afilado con gran precisión. No les importaba matar antes al caballo, que al caballero, ya que este a pie era presa fácil para un almogávar.

Destacar, por último, que la estructura del ejército almogávar era bien sencilla. Tres únicas categorías, soldado raso (almogávar), sargento (almocadén) y capitán (adalid), aunque para pasar de una a otra se necesitaba más de media vida, y amplia experiencia en combate. No les importaba, cuando debieron acudir como mercenarios a los grandes ejércitos medievales, ponerse a las órdenes de un señor noble, eso sí, de demostrada experiencia en combate.

Este ejército no pasó desapercibido para los reyes aragoneses, parece ser que ya Alfonso I el batallador los usó para conquistar Zaragoza. Pero lo que no queda duda es de su participación a las órdenes de Jaime I, en la conquista del reino musulmán de Valencia a partir de 1229. Así como tampoco de una de sus victorias más sonadas, en la conquista de la isla de Sicilia, a las órdenes del sucesor de Jaime I, su hijo Pedro III.

Si algún aspecto destacó del ejercito almogávar fue su extraño sentimiento de pertenecía a la Corona de Aragón. Un apartado curioso, ya que hombres libres, que lucharon como mercenarios al servicio del mejor postor, no olvidaron nunca su grito de guerra antes de comenzar la batalla. ¡Aragón! ¡Aragón!, combinado con el del patrón ¡San Jorge!, y sin olvidar el célebre ¡Desperta ferro!, con el que iniciaban la batalla tras hacer saltar chispas de sus afilados cuchillos. Ni siquiera en su conocida conquista de Atenas olvidaron su origen aragonés. Antes de partir a su misión más importante; la llamada de auxilio del emperador bizantino Andrónico II, ante el avance de los turcos hacia Constantinopla, hicieron prometer que nadie les obligaría a avanzar detrás de una bandera que no fuera la de la Corona de Aragón.

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