Juglares, las fake news de la Edad Media

26.05.2019

Juan A. Flores Romero

      Estoy seguro de que alguna vez oíste hablar de los juglares. Sí, esos artistas de la Edad Media que iban de pueblo en pueblo o de ciudad en ciudad contando y cantando las hazañas de caballeros y relatando historias increíbles para entretener al personal. Vamos, ¡es de lo poco que recuerdan los muchachos de las clases de literatura! Muchos de estos "artesanos de la palabra" recitaban por las plazas a cambio de alguna moneda o simplemente de comida. En ciertas ocasiones, su espectáculo incluía animales y juegos para entretener a un pueblo iletrado. En todas las sociedades han existido eso que se ha dado en denominar "marginados". Prostitutas, pobres, mendigos, prófugos y, cómo no, juglares que entretenían al pueblo ansioso de noticias. Personas que se resistían a quedarse quietas en una pirámide social demasiado rígida.

     Estamos en la Edad Media, una época en la que el whatssapp no hacía furor entre el pueblo, el clero o la nobleza, una época en la que las noticias llegaban un poco tarde. Era posible que los habitantes de un pequeño burgo o aldea no se enterasen del fallecimiento de un rey hasta semanas o incluso meses después de que ocurriera. El ciclo de la vida venía marcado por el campo: las siembras, los cuidados, las cosechas, las lluvias, los pagos de rentas al clero y a la nobleza.

     En ese contexto, surgen los relatos que los juglares iban contando a un público ansioso de romper por unas horas su tediosa rutina. En España es sobradamente conocido el Cantar de Mio Cid, un relato épico en verso que narraba las andanzas de un caballero injustamente expulsado de su reino y que recorrió las tierras de la península en busca de honores y batallas que ofrecer a su rey a cambio del perdón. Es la historia de Rodrigo Díaz de Vivar, un noble al que acusan de alta traición y al que le castigan con un destierro supuestamente nada merecido. Pero, ¿quién se encargó de restituir al Cid a los altares de los héroes? 

     Parece ser que dos juglares de la zona de Soria fueron los responsables de idear una historia compuesta de relatos bélicos que -hay que creer las versiones oficiales- llegaron a oídos de aquellos artistas y que, con permiso de los críticos, fueron los responsables de crear una potente historia que fue reivindicada por las instituciones de la nación española como prueba y paradigma de amor y fidelidad a un reino y a un rey.

     El caballero medieval es un "ente pseudohistórico" muy posterior, aderezado por siglos de olvido, de restitución y perfumado con el aroma romántico que desde el siglo XIX fue creando mitos y leyendas para forjar la identidad de los nuevos estados-nación. Estas realidades necesitaban de héroes y villanos, de un argumento sólido para dejar ver cuan vetusta es la realidad que se buscaba defender. En conclusión, se utilizó la realidad histórica para generar un ideal bastante menos prosaico que el original. La lista de idealizaciones históricas abarca desde los reyes godos, la reconquista, pasando por el papel casi místico de los templarios.

     En este contexto, la reivindicación del juglar en el medievo es fundamental como transmisor de una herencia, de una sabiduría oral que, en el caso del Cantar de Mio Cid, se encargó de recoger un tal Per Abbat, un fraile que en 1207 buceó en la tradición oral sobre Rodrigo Díaz de Vivar y la expresó en un elaborado cantar. Su nombre era muy común en la época, por lo que siquiera podemos conocer su identidad con certeza. Autores, copistas y el propio protagonista del cantar se mueven, pues, entre las brumas de una historia difusa. Según Francisco Javier Hernández, estudioso de la época, aquel religioso pudo haber sido un canónigo de Toledo o incluso otros críticos apuntan que era un abad de El burgo de Osma. Para gustos los colores. 

     Pero, ¿hubo una intencionalidad en su relato? Es muy posible. Las fake news también funcionaban en la Edad Media. No olvidemos que es una época de reconquista (concepto muy posterior), de lucha contra los enemigos del rey, de voluntad de unión entre los distintos reinos de España, de la reivindicación de una nobleza y una caballería imbuidas en los rancios valores de la fidelidad y el honor (que nadie se ofenda por lo de rancio). 

     ¿Qué caballero denostado e insultado quiere volver rendirse a sus pies de su rey? ¿Quién en su sano juicio osa perdonar a quien le ha ultrajado? Había que reivindicar el valor de la entrega, del sacrificio, de la puesta al servicio de la voluntad del soberano. Ese es el ideal caballeresco que el romanticismo se encargó de engordar.

     Por todo esto, las fake news medievales cobraron una importancia tremenda. Había que cantar al pueblo hazañas de hombres de honor  que se entregaban por su corona y hacer ver al pueblo que había que ser sumisos al poder porque esa es la voluntad de Dios y el orden natural querido por Él. 

     Aliados, enemigos, héroes, villanos, buenos y malos; son los ingredientes de lo que el pueblo ha mamado a lo largo de la historia. ¿Acaso nos extraña? Hoy la sociedad está ansiosa de información. Damos por válidas muchas noticias sin tan siquiera cuestionar la fuente. Retuiteamos auténticos bodrios con la finalidad de engordar la bola informativa que día tras día impregna nuestro móvil, nuestro ordenador o la misma prensa. Hacemos amarillismo con la verdad. ¿No entendemos que el hombre medieval es ignorante y simple? Analicemos nuestra realidad repleta de fake news y reflexionemos si, en realidad, no asistimos a otro gran mester de juglaría que fabrica noticias y comentarios a su medida y que, a base de repetir esas mentiras, terminan siendo verdad. Alguien dijo algo parecido, pero os dejo a vosotros que lo indaguéis. 

     La obligación de un ciudadano del siglo XXI es poner en cuestión todo aquello que intencionadamente recibe a través de las redes y medios de comunicación. No podemos contribuir a la creación de un volumen de noticias de dudosa procedencia e intencionalidad. Procura buscar fuentes de información contrastables y que no se cierren en la sentencia fácil y simple. Si no estás dispuesto a informarte de forma crítica, espera a que pase el próximo juglar. Quizá lo tengas disponible a un solo click en tu móvil o en el dial de tu radio. Es posible que su fake new sea más entretenida.

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