Paralelo 38: otra oportunidad perdida

04.03.2019


Juan A. Flores Romero

   Esta semana hemos podido presenciar en Vietnam el desarrollo de una cumbre al más alto nivel entre Estados Unidos y Corea del Norte en la que se encontraron Kim Jong Un y Donald Trump. Lo que parecía una oportunidad para suavizar las tensas relaciones entre ambos países y una apuesta por la estabilidad en la región se ha convertido en un desencuentro más entre el polémico presidente yanqui y el pequeño hombre cohete.

   Desde 1953, las relaciones entre Corea del Norte y los Estados Unidos han sido más que retorcidas. La guerra fría había dejado a la península de Corea dividida entre un norte afín a los soviéticos de la URSS y a China y un sur -invadido por el norte- que contó rápidamente con el apoyo de los Estados Unidos y otras muchas potencias que dieron su beneplácito para un despliegue bélico que duró varios años.

   El paralelo 38 dividió este país en dos mitades y en dos concepciones distintas e irreconciliables: la comunista y la capitalista. Mientras el sur ha transitado desde entonces por las vías del libre mercado, desarrollándose económicamente y siendo uno de los paradigmas educativos y tecnológicos del mundo, el norte ha estado sometido a un embargo brutal por el mundo capitalista -aunque algunos pretendan suavizar sus efectos- y a una represión y empobrecimiento internos con una masa acrítica imbuida en la ideología que les marca el líder supremo, heredero de una saga de dictadores que han sometido al país a episodios de hambrunas y purgas terribles.


   Una vez más, las exigencias de Estados Unidos han resultado inadmisibles para Corea y viceversa. Kim Jong Un proponía un fin del embargo para que la economía norcoreana pudiera abrirse al mundo y recibir aquellos bienes básicos de los que carece mientras se destina ingentes cantidades de dinero al enriquecimiento de uranio y al desarrollo de un programa militar que cuenta con armas de destrucción masiva. La idea de desmantelar varias plantas de enriquecimiento de uranio cercanas a la frontera entre ambas Coreas no han sido suficientes. Estados Unidos apuesta por un desmantelamiento total, un control de los arsenales y la apertura del país a una economía de mercado. A Kim Jong Un le parece que es un precio muy alto pues a la larga podría suponer el fin de su satrapía por lo que es más que previsible que las relaciones entre ambos estados y la política de inseguridad en torno al paralelo 38 pervivan por mucho tiempo. El equilibrio de poder en la región es complicado, con la presencia de China, Japón, Rusia y la propia Corea del Sur. Ahora Estados Unidos tiene sus miras puestas en su propio continente y no es una prioridad competir en un espacio que también se disputan Rusia y China. Geoestrategia en estado puro mientras la población sigue pasando necesidad. La cumbre de Vietnam ha sido, pues, otra oportunidad perdida y una foto más para el álbum de los imposibles en un siglo XXI que busca nuevos equilibrios de poder. De momento, la única cumbre prevista es la de las maniobras militares. Asistimos a uno de los últimos reductos de la Guerra Fría que amenaza con recalentarse.


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