Salve, Salvini (y la república de Saló)

Juan A. Flores Romero
Salvini es un político que se enfada mucho, amante del ex abrupto, aunque tiene su toque de humor como todo buen latino. Desde joven militó en los partidos afines a la Liga Norte, entre los que se encontraba una asociación de jóvenes padanos. Como muchos otros de su camada, conoció muy tempranamente las mieles de ese funcionariado europeo que tanto le gusta criticar pero que le ha pagado el sueldo durante años. ¿Podría decirse que es un producto del sistema? ¿Es un revolucionario salvapatrias? Salvini, no tengan dudas, es un político de casta; de esos que nacieron para ganarse la vida a costa de la política. ¿Tal vez es antieuropeísta? Eso dicen algunos medios, pero vivió entre 2004 y 2018 de un nada desdeñable sueldo de parlamentario europeo.
Su padre era ejecutivo de negocios y tal vez pudo haber sido una fuente de inspiración para este cachorro de la Liga Norte. Un hombre seguro de sí mismo, varonil, con dos esposas en su haber, que se dice fervoroso católico y amante de las buenas costumbres y usos que definieron al italiano a lo largo de su historia. No le gustan nada los inmigrantes aunque ha tenido el pequeño detalle de mostrarse a favor de la legalización de la prostitución. ¡Siempre es una vía de escape para aquellas que quieran buscarse la vida en un país como Italia!
Este Salvini además es carismático, igual que cientos de mediocres que nos han complicado la vida a todos a lo largo de la historia y que han ido ocupando puestos en las cúpulas de poder de este mundo en el que unos vivimos y otros sobreviven. Arrastra masas, como muchos de los que utilizan un lenguaje simple para mostrarse creíbles ante la incredulidad de los que aún tienen algo de materia gris bajo la cabellera.
Salvini se podría dar un aire a este personaje que aparece en el vídeo...
O tal vez a este otro.
Lamentablemente, se va pareciendo más a este, que por cierto no dejó de ser un pelele a la sombra de un poder mucho mayor.
¡Sí, señor!
Si analizamos la figura de Salvini, podemos establecer paralelismos con uno de los políticos segundones que más relevancia cobró en Italia y que creció bajo la sombra e Mussolini: Alessandro Pavolini. Fue el creador del Partido Fascista Republicano que sobrevivió unos años a la derrotada Italia (1943). El país estaba siendo asediado por el sur por las tropas aliadas. Toda Italia amenazaba con rendirse cuando un comando de las SS organizó la "Operación Roble" para liberar a Benito Mussolini de su cautiverio en la prisión de Gran Sasso, ya que había sido apartado del poder por una facción mayoritaria que ansiaba acabar la guerra cuanto antes. Trasladado a Alemania, Hitler le encomienda, muy a su pesar, fundar una república fascista en el norte de Italia: la República Social Italiana o la que se conoce popularmente como "República de Saló" al encontrarse el poder "de facto" en esta ciudad de Brescia, en el norte de Italia. Allí aguantó Mussolini dos años... como virrey de un estado títere de la Alemania nazi.
Allí medró Alessandro Pavolini. ¡Él no estaba tan "depre" como Mussolini, que prácticamente fue obligado por Hitler para ponerse al frente de la República de Saló. Pavolini era un entregado a la causa, aunque los aliados ya les pisaban los talones y media Italia ya les saludaba como sus liberadores. ¡Pero él era de otra pasta... como Salvini!
Salvini, por su parte, estudió en Milán y allí se forjó como político... Salvemos la diferencia de que el primero estudió en dos universidades, Florencia y La Sapienza, obteniendo excelentes calificaciones, mientras el segundo apenas pudo sacar sus estudios de Historia. ¡Quizá no le pareció tan épica como se la esperaba!
Como Pavolini, ocupó varios cargos de ministro y tuvo responsabilidades políticas, concretamente en el círculo político de la Liga Norte (de corte filofascista), asistiendo a numerosos actos de fuerza callejeros y a decenas de manifestaciones de la ultraderecha italiana. Pavolini también gustaba de estas manifestaciones y expresiones histriónicas. Fue pionero en el Partido Fascista desde 1920, participando en 1922 en la Marcha sobre Roma con los Camisas Negras. Salvando las distancias, existen bastantes paralelismos.
A Pavolini, pues, le gustaban los actos multitudinarios y dejar huella. A Salvini le encanta posar ante las cámaras para expresar su opinión sobre la inmigración y ese incómodo inquilino de la Santa Sede. Pavolini se paseaba por las ciudades italianas arrastrando masas. En una visita a Ferrara, por ejemplo, ordenó la muerte de 64 ciudadanos en respuesta al asesinato del jefe fascista, Igino Ghisellini. Era un hombre decidido, sin duda; igual que Salvini. Por cierto, tiempo después se supo que Ghissellini murió en una reyerta con otro miembro del Partido Fascista. Italia necesitaba hombres decididos, testosterónicos, belicistas, contundentes, "verborreicos",... ¿igual que Salvini? Su especialidad es disparar sentencias ante cualquier cámara o micrófono. ¿Intentará formar algún día un partido que también odie... a los romanos?
https://youtu.be/o54Nxtp47NA
Salvini se ha ganado la calle; es un tipo creíble, aunque no ha hecho otra cosa que enfangar aún más la maltrecha situación italiana, anulando su credibilidad internacional. Pero, ¿qué importa? A la calle se la gana con el discurso, con la fe en un futuro mejor, libres de los fantasmas que un día hundieron al Imperio Romano en la miseria. ¡Malditos bárbaros! ¡Cómo les gusta meter sus narices en esa preciosa bota de jinete que cuelga de las tripas de Europa!
La culpa para todos ellos la tiene Soros, el globalismo internacionalista o los judíos de la Europa de entreguerras... ¡qué más da! Por cierto, Soros es judío de origen húngaro y escapó de la persecución desencadenada por los nyilas o fascistas húngaros afines a Hitler. ¿Os suena este mensaje? Por cierto, ya lo recitan muy bien los antisistema españoles amigos de Salvini.
Muchos ciudadanos se han quedado con el mensaje del miedo y han obviado los males que desde décadas lastran al país y que ya cantaba Franco Battiatto en sus canciones. ¿Es posible pensar que Italia tiene una deuda que sobrepasa ampliamente su PIB anual porque está llena de inmigrantes? ¿Es la idea de tolerancia la responsable de los desmanes morales de los italianos de pro? ¿No tendrá algo que ver la corrupción endémica en todo esto? ¿Es posible que el Espíritu Santo se haya equivocado al nombrar al Papa Francisco y que por ello el gran gurú Salvini cargue las tintas contra él? Como católico, ¿no debería mostrar más respeto al Santo Padre y a lo que representa?
Salvini, como Pavolini, es un ferviente defensor de los escuadrones ciudadanos (antes, milicias fascistas) para mantener el orden allí donde el poder institucional no llega. Pavolini chuleó al mariscal Rodolfo Graziani para que se le permitiera seguir manejando las milicias fascistas a su antojo, mientras el otro optó por integrarlas en el ejército. A Salvini le encantaría dirigir sus propias milicias para mantener a raya a sus oponentes.
En definitiva, el "pavosalvinismo" es la política del escuadrón, de la arenga callejera, de la demagogia, del populismo, del mensaje hueco, de la solución fácil a los problemas difíciles. Italia no puede seguir caminando por esa senda, pues lo único que conseguirá es tapar los verdaderos problemas: falta de políticas de integración social, criminalización de las minorías, agotamiento del modelo productivo, falta de competitividad, desempleo, desigualdad interterritorial (fomentado por el supremacismo de la Liga Norte),... El mensaje de Salvini es tan dañino para el napolitano medio como el persistente aliento a pólvora de la camorra. Italia, uno de los motores de Europa, no puede permitirse ser un estado que suponga un lastre para el resto del continente. Debe contribuir a regular sanamente todo aquello que está lastrando su modelo socioeconómico. La política italiana es un espejo de otros problemas que están sucediendo en su entramado social y productivo. Italia no se puede permitir más Salvinis ni más Pavolinis que no van a conducir al país sino al colapso más absoluto.
Las soluciones reales nunca van a llegar de los demagogos y de los populistas sino de aquellos que se ponen a trabajar para lograr una sociedad más justa, equilibrada y competitiva. Eso no vende mucho, pero es más efectivo. Lo demás solo forma parte del pan y circo, de la ración de Coliseo que demanda una sociedad que está perdiendo por obra y gracia de sus políticos las riendas de su destino.