¿Ser uno mismo?
Juan A. Flores Romero
Todos nos hemos enfrentado alguna vez a la experiencia que supone la presión de un grupo. Siempre he pensado que el ser humano es único, con sus aciertos y errores, con sus filias y sus fobias, con un ingrediente mágico que, de no existir, le quitaría la categoría de humano: la dignidad. Cada persona es dueña de sus decisiones pero, en ocasiones, es difícil ser uno mismo, pese a que formamos parte de esa conciencia colectiva que es la sociedad que nos rodea o en la que estamos inmersos. La opinión de los demás, el temor a quedarnos solos, el miedo a sentirnos fuera de la grey... nos aterra. En la publicidad se nos bombardea con la idea de ser únicos, de tener personalidad, pero en el fondo se nos anima a seguir tendencias, a consumir bienes aceptados por el gran grupo. Y es que, pese a esa pretendida defensa de lo original, en muchas ocasiones, nos resulta más cómodo seguir las pautas que nos marca la masa para no sentirnos incómodos, aunque en nuestro fuero interno pensemos otra cosa. Es el poder del rebaño, en definitiva, el que determina nuestras acciones. ¡Nos aterra salir de nuestra zona de confort!... y una de sus caras es la idea de sentirnos seguros en la manada. En realidad, el límite a nuestra libertad nos lo ponemos nosotros mismos. A veces, ni siquiera sabemos por qué hemos hecho esto o lo otro. Sencillamente lo requería el momento... o quizá lo socialmente establecido. Hoy en día venimos practicando una suerte de autocensura para no sentirnos fuera de la mayoría, por miedo a descubrirnos desnudos ante el mundo que nos rodea como si todo quisiera conjurarse contra nosotros, como si formásemos parte de una pintura romántica en la que los elementos de naturaleza se confiesan hostiles contra el individuo.
Merlí, una serie que trata ciertas cuestiones filosóficas, aborda esta cuestión desde una óptica racional, recordándonos que tenemos el derecho de tener nuestras propias ideas y ser consecuentes con ellas sin mostrar temor por "el qué dirán" o por la opinión mayoritaria. Hay una cosa que aprendí hace tiempo, y es que las mayorías no tienen por qué tener la razón. Hay ejemplos sobrados en la historia que lo demuestran. Y no viene mal plantearse que el mayor grado de coherencia y sensatez es ser fieles a nosotros mismos le pese a quien le pese, aunque sea más cómodo decir que vemos lo mismo que ven los demás... aun cuando no estemos seguros de su certeza.