TRAGEDIA Y MISTERIO EN EL PUENTE DE ALCUDIA

04.11.2018


Juan A. Flores Romero


     Va a hacer un año de la presentación del libro "El puente de los soldados" del autor Francisco Muñoz de la Nava, en el antiguo convento de la Merced de Ciudad Real. Debo reconocer que me atraparon sus páginas no solo por la trama sino porque por primera vez alguien se había atrevido a novelar un luctuoso episodio que siempre había formado parte del repertorio popular de la comarca de Almadén y del valle de Alcudia. El hecho al que hace alusión se remonta al 27 de abril de 1884 y los protagonistas fueron el tren mixto número 51, procedente de Badajoz, un puente de hierro que llevaba apenas veinte años sobre el río Alcudia y 160 soldados del Regimiento de Castilla, de los cuales 53 perderían sus vidas en aquella trágica y lluviosa noche de primavera. ¿Accidente o sabotaje? Muchos hablaron de las redes del anarquismo, otros de un mero accidente, de una imprudencia del guardafrenos,... Lo que está claro es que aquel tren se precipitó al río junto con un armazón de hierros que ya formaba parte del decorado de aquellos campos del bucólico valle que se vieron sorprendidos por la irrupción del ferrocarril, un invento que transformaba la vida de millones de españoles en las postrimerías del siglo XIX.

     A las cuatro de la madrugada de aquel 27 de abril, una locomotora, varios coches de pasajeros y cuatro jaulas de ganado se precipitaron al río, que contaba con varios metros de profundidad por efecto de las copiosas lluvias de las jornadas anteriores. Resulta difícil imaginar lo que aquellas aguas torrenciales de 1884 subieron el nivel del río cuando hoy en día apenas puede divisarse un pequeño cauce y un par de charcas plagadas de libélulas, ranas y mosquitos en medio de un silencio reverencial tan solo truncado por el sonido de las ramas de los árboles, el crujido de los hierros del puente y otros ecos indefinidos  entre la maleza que nos recuerdan que el hombre apenas quiere acercarse a los lugares que respiran tragedia.

     Los trabajos de rescate duraron casi una semana. Varios cuerpos fueron arrastrados por la corriente. Muchos de los cadáveres fueron enterrados en una fosa común, junto a las vías. Allí se construyó un pequeño cementerio presidido por una cruz que hoy está comido por la maleza. Cuando de pequeño viajaba en tren por aquellos parajes, siempre me pregunté qué hacía allí la cruz en mitad de un sencillo patio junto al río. Recuerdo el puente de hierro y una historia que ya conocía por mi padre con esa pobreza de detalles que hace que vuele la imaginación. Incluso aún puedo verme sobre el puente en el tren que llegaba a Guadalmez-Los Pedroches con un religioso retraso en mitad de un aguacero primaveral que solía preceder a la Semana Santa o en medio de una jornada de nieblas otoñales en las que apenas se distinguía el pequeño cementerio y su austera cruz de piedra comida por la humedad y el musgo.

     Aquellos soldados fallecidos, muchos de ellos de Cuenca, reposan para siempre junto al puente que una noche cerrada de primavera les arrebató la vida. El puente volvió a levantarse y, desde entonces, miles de trenes han atravesado su entramado de metal. Un halo de misterio sigue envolviendo aquel paraje mientras en algunos archivos tan solo hablan del accidente más grave de ferrocarril en España hasta la fecha.

     Os animo también a leer el libro que os he citado, publicado por Serendipia Editorial, en el que además de esta tragedia se recoge el ambiente político y social de un pequeño pueblo de la Mancha -y por extensión de España- en los últimos momentos del reinado de Alfonso XII.

A continuación, muestro el aspecto actual en una soleada mañana de otoño.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar