UN ÁNGEL EN BUDAPEST
NOVIEMBRE DE 1944, UN ÁNGEL EN BUDAPEST
Juan A. Flores Romero
Cierro mis reflexiones históricas de este mes de noviembre con otro hecho para recordar. En aquel otoño de 1944, en Budapest, miles de personas de etnia judía aún resistían escondidas a los ojos de los nazis y los cruz flechados húngaros. Lo hicieron hasta bien entrado enero de 1945 con la llegada de las tropas soviéticas.
Algunas personas creen en las casualidades. Otras piensan que en cualquier lugar nos podemos encontrar con personas que conscientemente están en el mundo para ayudar a los demás y que tan solo se tienen que dar los elementos suficientes para que se muestren al mundo. Esos son los verdaderos ángeles.
Ángel Sanz Briz, diplomático de aquella España gris del franquismo destinado en la aún tranquila Budapest, fue testigo de cómo en marzo de 1944, a poco más de un año de acabar la guerra en Europa, las tropas nazis invaden Hungría y comienzan a hacer listas de judíos presentes en Budapest, algunos de ellos provenientes de otros lugares donde eran perseguidos y hacinados en guettos, como Rumanía o los Balcanes. En apenas dos meses, Adolf Eichmann -aquel gris burócrata nazi que demostró su falta de escrúpulos en su juicio en Jerusalén y que tan bien retrató Hannah Arendt en "Eichmann en Jerusalén"- ordenó la deportación de entre 500.000 y 600.000 judíos en vagones de tren, muchos de ellos ancianos y niños que iban a una muerte segura en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau. En medio de aquella tragedia, Ángel Sanz Briz logró, con ayuda de Perlasca, otro funcionario italiano, crear una red de viviendas protegidas en las que se amparó -a riesgo de perder sus vidas y su estatus- a unos 5000 judíos.
El Ángel de Budapest había urdido un plan. En virtud de una ley de 1924, el estado español de aquella dictadura de Primo de Rivera concedía la nacionalidad española a los sefardíes que habitasen en Europa, muchos de ellos en los Balcanes y en los antiguos territorios del antiguo Imperio Otomano. Él lo esgrimió como un salvoconducto para salvar miles de vidas si bien hoy en día no se está seguro de que estuviera aún vigente en aquella España de la posguerra. Aun así, coló.
Pese a que eran pocas las familias sefardíes que vivían en Budapest, logró que miles de judíos asquenazíes -de ascendencia centroeuropea- pudieran hacerse pasar por familias sefardíes. Muchos cambiaron sus apellidos y con cientos de pasaportes falsos pudieron escapar de las garras de una muerte segura en los campos de exterminio. El mes de noviembre fue crucial para esta operación de salvamento ya que el 30 de noviembre, Sanz Briz tuvo que ponerse rumbo a Suiza por orden del ministerio debido a que los rusos bombardeaban ya desde el otro lado del Danubio la ciudad de Budapest. Pocas veces, encontraremos seres humanos que de manera desinteresada y entendiendo que asistían a una grave injusticia, pusieron en peligro sus vidas para realidad tales heroicas acciones. Hoy en día miles de descendientes que viven en Europa, en Israel, en América e incluso en España agradecen aquel gesto, y su hazaña se recuerda como un gran éxito del poder de la diplomacia "en la sombra" en tiempos de guerra.
Sanz Briz fue declarado Justo entre las Naciones por el estado de Israel y desde hace unos años cuenta con una calle en Budapest como merecido homenaje por su heroica acción. Después de aquello vivió de su trabajo como diplomático y nunca se vanaglorió de su hazaña. Los supervivientes y sus sucesores reivindicaron su figura y su recuerdo.