valores
Pablo Pineda lucha por la normalidad
Juan A. Flores Romero
Hace nueve años, María Zabaleta entrevistó para El Correo de Bilbao a este malagueño que ha sido un icono de una generación de discapacitados que ha sacado pecho en medio de una sociedad y de un sistema educativo que no considera una prioridad su educación, que inventa leyes de exclusión (¡perdón!, de inclusión... al menos eso es lo que pone en el título) para terminar relegando a los discapacitados a las fronteras de la marginalidad social. Todos, salvo que se sea un tarado o un insensible -y hay muchos en estos grupos que supuestamente han sido formados y educados como personas de bien-, pensamos que los discapacitados merecen un hueco en esta sociedad, no como ciudadanos privilegiados, sino con los mismos derechos que las personas que afortunadamente no sufren ninguna tara o problema. Yo no soy de esa generación de comunicadores sociales amateurs que apelan a unas supuestas capacidades especiales de este colectivo, algo que conduce a tratarlos como seres especiales, casi angelicales, a criarlos entre algodones o a hacerles creer que la sociedad les está esperando por sus capacidades. Nada más lejos de la realidad. Si cualquier persona tiene problemas para superar sus estudios, para insertarse en el mundo laboral o para formar una familia,... un discapacitado multiplica las dificultades de manera exponencial para conseguir todo esto. La única vía para evitar la segregación de estas personas es incluirlas en la sociedad, cada uno desde el puesto que pueda defender o con las aptitudes que pueda desarrollar, sin ponerles previamente la etiqueta de retrasado, Down, paralítico, sordo o ciego. Perdón, pero la sociedad utiliza eufemismos para decir lo mismo: te mando al carajo y te etiqueto, pero con clase. La falta de voluntad y de autoconfianza es la minusvalía más grave; mucho más que la de este universo de discapacitados psíquicos, sensoriales o físicos.
Aunque no es la tónica general, Pablo Pineda, aquel chaval con síndrome de Down que hace nueve años entrevistaba María Zabaleta en Bilbao, ha conseguido hacerse un hueco en el cine, en la televisión y en el mundo de la comunicación, ya que ha sido, y es, conferenciante sobre temas relacionados con la discapacidad. Actualmente protagoniza, junto con El Langui, un programa de televisión, cuyo hilo conductor es un recorrido cultural y gastronómico por distintas regiones de España, entre ellas la nuestra. Pero también es un escaparate para que dos discapacitados hagan ver al gran público sus aptitudes, sus ansias de "normalidad" y sus deseos de luchar y de visibilizarse en una sociedad que, aunque les aplaude y les reconoce puntualmente, a veces vive de espaldas a ellos.
Hace unas semanas, El País entrevistaba a este titulado universitario que actualmente completa otros estudios superiores y que hace gala de su desparpajo y su verbo desenvuelto en medios de comunicación y redes sociales. De modo informal, hace un perfil de esta persona cuyo mayor mérito es haber luchado para demostrarse a sí mismo hasta dónde puede llegar alguien que, pese a las dificultades, pone todo su empeño y esfuerzo en superar sus objetivos. Si queréis leer esta entrevista la tenéis en este diario en su versión digital; yo os dejo con aquella que hace nueve años le hacía María Zabaleta para El Correo de Bilbao. Por cierto, detrás de una carrera llena de obstáculos, siempre hubo un profesor que confió en él... y mucho.
"La capacidad como tal no existe, solo sirve la constancia, el esfuerzo y la tenacidad. Él es la prueba. Maestro, opositor y actor, Pablo Pineda nunca se ha dejado vencer por la adversidad. A pesar de los palos en las ruedas.
- Diplomado en Magisterio, a punto de licenciarse en Psicopedagogía, opositor, actor... ¿Nunca se ha puesto límites?
- Nunca. Y mis padres tampoco lo han hecho. A lo largo de mi vida he ido aprendiendo lo que he querido aprender porque siempre he sido muy curioso y muy inquieto desde el punto de vista intelectual. No me quiero conformar con lo que sé. Al contrario, manejo esa clave de 'solo sé que no sé nada'.
- ¿Querer es poder o no siempre es suficiente?
- No siempre lo es. No basta con decir 'quiero ser tenista como Rafa Nadal'. No. Hay que currárselo. Da igual que se tenga, o no, Síndrome de Down. Decir nada, es decir demasiado, pero con esfuerzo, constancia y voluntad casi nada es imposible.
- Sin embargo, usted sigue siendo el único titulado universitario con Síndrome de Down... de Europa. Algo sigue sin funcionar en el sistema.
- Hace 30 años, cuando yo empecé a dar mis primeros pasos, ni siquiera se concebía que pudiéramos ir a un colegio. La sociedad estaba acostumbrada a tenernos en centros de educación especial, así que aquello fue una revolución. Después, llegó el instituto y tampoco fue fácil. El claustro, de manera ilegal, sometió mi admisión a votación. Así de ilegal y así de duro. Y bueno, que accediera a la Universidad, ya fue el Apocalipsis.
- De hecho, a usted se le sigue considerando una excepción. ¿Eso le repatea?
- Me repatea porque la gente piensa que Pablo sí puede y el resto no. Y no es así.
- Pero lo cierto es que nadie con Síndrome de Down ha llegado tan lejos como usted. Es inevitable preguntarse por qué.
- Son muchas las razones. Por un lado, la sociedad nos sigue poniendo muchas trabas y muchos impedimentos. Por otro, la familia tiende a sobreprotegernos porque piensa que no podemos, y a nivel académico no siempre encuentras apoyo. Esa mezcla de factores hace que un niño vaya hacia adelante o retroceda hacia atrás.
- En su carrera hacia adelante, ¿no ha chocado nunca con el fracaso?
- Fracaso es una palabra dura. Yo prefiero decir que me han quedado cosas por hacer. Por ejemplo, ser periodista. Veo los telediarios desde que tenía uso de razón y me encanta la información. Pero me advirtieron de que el periodismo es muy competitivo y me decanté por Magisterio. Mi caso demuestra que algo hemos avanzado, que otro mundo es posible, pero sigue quedando mucho camino que recorrer.
- ¿La sociedad les sigue ninguneando?
- Ninguneando e infravalorando. Por eso hay veces en que te entran ganas de tirar la toalla.
- Incluso usted estuvo tentado a hacerlo en 2º de BUP.
- Aquel curso fue muy duro. Me miraban como diciendo 'qué hace éste aquí' y me hicieron la vida imposible. Llegué a pensar que no sería capaz de aguantar. Pero no. Me lo tragué, me convencí de que conmigo no iban a poder y seguí, seguí y seguí. Hasta hoy. Pero fíjese, todavía ahora cuando me los cruzo por la calle siguen sin saludarme.
- Quizá se les caiga la cara de vergüenza.
- Seguro.
Un «privilegiado»
- ¿Siempre confió en sus posibilidades?
- Siempre. Pero admito que yo he sido un privilegiado. He tenido una familia que nunca me ha sobreprotegido. Al contrario, me ha exigido lo mismo que a mis tres hermanos, y unos profesores, en especial don Miguel García Melero, que siempre confiaron en mí.
- Y para usted, ¿ni una sola flor?
- No más que las que se pueda echar cualquier otra persona. Si te motivan, te incentivan y te dicen 'tú, puedes, tú puedes, tú puedes', al final te lo crees y puedes. Por el contrario, y eso es lo peligroso, si solo te dicen que eres un torpe, te rindes y te hundes.
- Cuando echa la vista atrás y observa todo lo que ha conseguido, ¿qué se le pasa por la cabeza?
- Siento una inmensa alegría.
- Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, ¿cree que su paso por el cine sirvió además para que personas en su situación dijeran 'Yo también'?
- Por eso lo hice. El cine tiene un poder enorme y consigue llegar a esa gente que no acude a charlas y conferencias, que vive al margen de este mundo, a la que nada de esto le toca de cerca.
- Y aun así, ¿sigue sin querer repetir?
- Sí. Actuar es una profesión muy dura. Un día estás en lo más alto y al día siguiente ya nadie se acuerda de ti. Yo prefiero algo más tranquilo y estable.
- ¿Llegará el día en que le dejarán ejercer de maestro?
- ¿Ejercer? Póngase un momento en la situación. A cualquier padre le dicen que a su hijo le va a dar clase un profesor con Síndrome de Down y responde: '¡Ni de coña!'. Es triste, pero es así.
- ¿Y mientras tanto?
- ¡Uf! Estoy opositando para bibliotecario y me quedan muchísimas cosas por hacer... Sacarme el carné de conducir, abandonar el nido paterno o encontrar una pareja".
La Navidad con sentido
Juan A. Flores Romero
Publicado en la revista "Amistad" en diciembre de 2017
Siempre se nos ha dicho que los sentidos están ahí para hacernos percibir el mundo que nos rodea. Por tanto, dejamos en manos de estos nuestra idea acerca de las cosas o del mundo en el que existimos. ¿Y si tal vez los sentidos nos engañan? De cualquier manera estamos a merced de ello, pues el universo es tan vasto, tan complejo y tan misterioso que el creador nos ha dejado únicamente en manos de estos cinco dones para hacernos sentir que formamos parte de la realidad. Los sentidos son, en efecto, nuestras herramientas para sobrevivir en este planeta y para que, con ayuda de ellos, vayamos construyendo nuestro "ser" auténtico desde fuera hacia adentro.
Este inicio sería mera palabrería si no entendiésemos que, por estas fechas, estamos expuestos a la dictadura de los sentidos. Acabo de escuchar en una emisora las entrañables notas musicales de Noche de paz, que Franz Gruber nos regaló una Nochebuena de 1818 muy cerca del gélido Salzburgo. Bonitos árboles de Navidad y belenes de ensueño adornan los espacios públicos y religiosos de nuestras ciudades. Tiendas atestadas de gente en busca de aquella prenda que se nos olvidó adquirir en el Black Friday, villancicos remasterizados a las puertas de los centros comerciales, músicos callejeros que por unos días se visten de ritmo para obtener unas monedas a cambio de contribuir a una atmósfera agradable a los sentidos. En estas jornadas es más fácil rascarnos el bolsillo, ofrecer un poco de lo que tenemos y tal vez de lo que somos. Muchas sensibilidades están a flor de piel; las ONG aprovechan para captar socios y los gurús de los mass media nos animan a ser más solidarios para con los demás. De nuestra despensa sale algún alimento o algún euro de nuestro bolsillo para aliviar el hambre de los que, al menos en lo económico, son más desdichados que nosotros. Así es la Navidad que percibimos por los sentidos. La música, los colores, los sabores, los olores a castañas y roscón, los abrazos de aquellos a los que soportamos y nos soportan todo el año y, aún más, de los que experimentan el vivir lejos de nosotros. Estas fiestas nos hacen sentir que hay algo más en nuestra vida que esa prosaica rutina que nos ciega y que no nos hace ver más allá de nuestras narices. Tal vez todo esto solo sea el resultado de la vida que llevamos. La sociedad industrial nos hizo convertir nuestra existencia en un compendio de horarios y obligaciones, alejándonos del ritmo lento de la vida sencilla. El cambio del modelo productivo nos hizo conscientes de la necesidad de parar nuestra máquina de "tener" para procurar "ser" por unos días.
En las puertas del invierno de 1843, la editorial Chapman & Hall sacaba a la luz "Cuento de Navidad", de Charles Dickens, la historia de aquel avaro Ebenezer Scrooge, que no veía más allá de su miserable vida. Desde entonces, el realismo nos regaló esta fiesta sensorial plagada de árboles decorados, tarjetas de felicitación y niños pululando por casas acomodadas degustando algún dulce y recordándonos lo tierna que puede ser la vida en medio de un invierno glacial. Quizá lo bueno de este libro es que nos ofrece una Navidad que entra por los sentidos para hacernos partícipes de la verdadera fiesta que nos debería embriagar el alma: el tránsito del "tener" al "ser". Una fiesta como esta, en la que celebramos el nacimiento de Jesús -aunque a veces se nos olvide-, se transforma en una profunda reflexión acerca del sentido de lo que hacemos, de la finalidad de nuestra propia vida. Como en el cuento de Dickens, ese señor Scrooge, un ser despreciable, frío, calculador e inhumano, nos invita a dejarnos penetrar por la alegría de la Navidad para que nos transforme en personas capaces de discernir lo bueno y lo malo de este mundo, y actuar en consecuencia. El fantasma de la Navidad -como en el cuento mencionado- nos ha de seguir visitando a nosotros también para comprender en qué mundo vivimos. Los miserables siguen poblando nuestras calles, hay gente necesitada que no tiene nada que llevarse a la boca, ancianos que esperan una sonrisa en su silla de ruedas mientras observan con la mirada perdida algún programa televisivo de entretenimiento pensando que sus nietos no vinieron el último fin de semana. El fantasma de la Navidad nos debe seguir recordando que siempre hay alguien que nos espera para ayudarnos a abandonar nuestra actitud egoísta y superficial.
Para los cristianos, no es un fantasma sino Dios mismo quien viene en nuestra ayuda. A veces expresamos con alegría que Dios ha nacido. Y, efectivamente, Él nos visita para revivir nuestra gélida indiferencia, para recordarnos que Él llegó a este mundo por algún motivo mucho más profundo que el que sustenta nuestra Navidad sensorial. Él vino para recordarnos que otro mundo es posible, que es necesario poner en práctica nuestra capacidad de empatizar con los demás, en definitiva, de ser parte del otro. Jesús nació en un pesebre como el mayor gesto de amor de Dios al mundo, dignificando así a la Humanidad entera, recordándonos que estamos invitados a seguir luchando por una humanidad auténtica.
Aún resuena en mi cabeza la bonita melodía de Noche de paz, este conocido villancico del que Franz Gruber estuvo haciendo arreglos durante la mayor parte de su vida. La nuestra debería ser como ese villancico, una bella creación tan imperfecta que sería necesario seguir haciendo arreglos durante toda nuestra vida para dotarla de sentido y dignidad. Es posible que el mundo necesite un punto de partida para acercarse más a aquel misterio que se produjo una noche en Belén y que la Navidad sea lo que realmente nos dote de verdadero sentido como seres humanos.
EDUCACIÓN CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Estos niños lo tienen claro. En su mundo no cabe la violencia. Tal vez deberíamos plantearnos qué hacemos los adultos para seguir perpetuando modelos basados en el dominio, la agresividad y el sexismo. La educación -una vez más- es la solución a estos comportamientos intolerables.
UN CLAMOR POR EL RESPETO A LA NATURALEZA
Juan A. Flores Romero
Allá por 1855, en plena lucha por el dominio del Oeste de los Estados Unidos y a pocos años de la Guerra Civil Americana que dividió Norte y Sur entre dos modelos irreconciliables, nos encontramos con esta joya del ecologismo, escrita en su idioma nativo por el jefe indio Seattle, líder de las tribus amerindias suquamish y duwamish. Aunque parece ser que abrazó el cristianismo, nunca renunció a sus orígenes y a ese amor tan profundo por la naturaleza que le hizo considerar la tierra como un espacio sagrado, desde el polvo del suelo a cualquiera de las criaturas. Criticó duramente el trazado del ferrocarril y ese supuesto progreso que desde las trece colonias primigenias se iba extendiendo hasta las costas del Pacífico. Un progreso, una industria y un urbanismo que anunciaba aires nuevos pero que destruía todo aquello en lo que creían las antiguas tribus americanas. El jefe indio Seattle no entiende cómo esos hombres cristianos, que adoran a un Dios-Hombre, podían despreciar tanto la creación que el Ser Supremo nos había dado a todos, no solo a los humanos sino a todas las criaturas que componen la vida de este planeta. Denunció la crueldad y la ferocidad del expansionismo de los colonos, reivindicando la naturaleza como un hogar de todos, haciéndonos ver -tal y como se asegura hoy en día- que un desequilibrio provocado por la extinción de animales o insectos puede repercutir seriamente en la misma supervivencia de la especie humana. Os animo a relajaros y escuchar sus palabras en este vídeo.
EXPERIMENTO SOBRE EL RACISMO
Es habitual encontrar en la sociedad estereotipos formados por y de determinados grupos sociales. Aunque las culturas nos influyen indudablemente en nuestro modo de pensar y de ser en el mundo, solemos olvidar que la sociedad está formada por individuos únicos e irrepetibles, cada uno de ellos con sus cualidades y defectos. En este experimento de hace unos años, unos niños se centran únicamente en el color de la piel para catalogar a un individuo de "bueno" o "malo". Tal vez tengamos que interrogarnos por qué.
¿QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS?
Los informes de Amnistía Internacional nos ponen todos los años los pelos de punta. Violaciones de Derechos Humanos, millones de personas sin acceso a bienes básicos como el agua o los alimentos. ¿Qué son los Derechos Humanos? Este vídeo te dará unas pistas.
SOY VOLUNTARIO
¿No te has planteado alguna vez donar un poco de tu tiempo a los demás? ¿Crees que tu vida está completa si no sirves al prójimo? El voluntariado es una opción muy personal. Implica dedicación, constancia, sacrificio, entrega, comprensión... valores que vamos a necesitar toda nuestra vida pues serán muchas las situaciones personales, familiares o laborales en las que tendremos que ponerlas en práctica. Comienza por algo sencillo en tu entorno, en tu barrio, en tu colegio,... Sé consciente de que hay mucha gente que necesita de nuestro apoyo, nuestra escucha, nuestro acompañamiento,... Forma parte activa de esta sociedad en la que no todo es interés ni competitividad.