Los 70 años de El segundo sexo
Juan A. Flores Romero
Hace unos meses rememoramos el 70 aniversario de "El segundo sexo", de Simone de Beauvoir, una monumental obra clave para entender el feminismo en el siglo XX. Vivimos inmersos en el debate sobre los derechos de la mujer en una sociedad, la occidental, en la que hace apenas medio siglo este más del 50% de población fue despertando la conciencia de un mundo en transformación y reivindicando unos derechos que le habían sido negados por el hecho de pertenecer a un sexo concreto. Soy padre de dos criaturas, una de ellas niña, y no puedo concebir cómo por el mero hecho de nacer mujer un individuo puede estar sometido a una merma tan brutal de derechos a lo largo de la historia. Los roles de género los tenemos muy interiorizados. Forman parte de nuestro ADN como sociedad. Y es cierto que hay una parte biológica que condiciona determinados comportamientos en sendos géneros que, con el devenir de la historia, se han erigido en patrones rígidos; tales como la crianza de los hijos, las tareas del hogar, la mayor o menor sensibilidad. Rasgos, sin duda, que no son propios de género alguno y que tan solo los necios tratarían de encasillar y hacerlo exclusivo de uno de los dos.
En el mundo occidental, la revolución de la mujer es una cuestión que ya ha estado sometida a debate. Es innegable que se han logrado avances notables respecto a épocas anteriores, sobre todo respecto a la generación de nuestras abuelas. Si miramos a otras culturas o a otras latitudes, podemos constatar que es todavía un problema sin resolver. La mujer aún está sometida a un poder patriarcal brutal que hace de ella un instrumento al servicio del varón en el terreno social, económico, religioso, sexual,... Se habla de minoría de edad perpetua, de ablación del clítoris, de ejecuciones por adulterio,...
Simone de Beauvoir comienza realizando un recorrido histórico sobre el patriarcado y su poder anulador de la idea sde feminidad. La obra comienza con una cita de Pitágoras que reza: "hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer".
Esa idea se ha ido arrastrando a través de los siglos, relegando a la mujer a simple instrumento en manos del hombre (sometimiento en el hogar, prostitución, ejecución por adulterio en sociedades polígamas,...). La mujer ha mamado esa cultura desde los inicios , por lo que "las burguesas son solidarias con los burgueses y no con las mujeres proletarias; las blancas de los hombres blancos y no de las mujeres negras", existe una conciencia de clase, de raza, de credo,.. pero no ha existido una conciencia de defensa de la mujer, al menos hasta bien entrado el siglo XIX. La mujer es indispensable en el acto procreador, pues es quien concibe en su vientre un ser nuevo, pero, como apunta la autora, "la mujer que engendra no conoce el orgullo de la creación; se siente el juguete pasivo de fuerzas oscuras, y el doloroso parto es un accidente inútil o incluso inoportuno".
Frente a esta idea residual de la mujer se eleva el Homo faber, que, desde el inicio de los tiempos, ha sido el inventor, el cazador, recolector, protector,... La vivencia de la sexualidad va asociada a esta superioridad social. "El varón es polígamo y a la mujer se le exige castidad". Es el poder del macho alfa que hoy en día aparecen en muchas de las obras de autores contemporáneas que tratan el tema del sexo, como es el caso de Michel Houellebecq en "Las partículas elementales".
Los textos religiosos no bastante explícitos en el desprecio por la mujer. Especialmente en el Antiguo testamento en libros como el Levítico o el Eclesiastés. Incluso en Egipto, antes de la supuesta huida de los hebreos en torno a 1250 a.C., la condición de la mujer era bastante más digna dentro de sociedades polígamas. El divorcio estaba permitido para ambas partes. A lo largo de los siglos y culturas, Simone de Beauvoir disecciona la realidad, las causas y también los logros de un colectivo, la mujer, que ha formado parte de la historia pero que ha sido relegada a un papel secundario, por lo que podemos colegir que la historia de la humanidad ha sido enteramente guiada por valores masculinos con excepciones muy puntuales. Hasta el siglo XIX, concretamente en 1848, en plenas revoluciones burguesas, la mujer no pudo fundar clubes, periódicos ni participar de manera un poco más activa de la propia sociedad que se transformaba a pasos agigantados tras las revoluciones de 1776 y 1789.
Simone de Beauvoir, en definitiva, supo diseccionar hace 70 años el origen de esta discriminación crónica, cuestionándose hasta qué punto puede determinar la vida de una persona el hecho de ser mujer y qué oportunidades se han negado a eso que denominó "el segundo sexo", en una época en la que apenas existía signo alguno de manifestación feminista. No olvidemos que las estructuras mismas de las ideologías que hoy se muestran más abiertas a la promoción de la mujer eran tremendamente machistas, incluso hasta fechas muy recientes.
Posiblemente, este estudio es el más serio que se haya escrito en todo el siglo XX sobre el tema de la mujer desde una perspectiva del existencialismo de posguerra surgido, o al menos desarrollado, a partir de una época cimentada sobre las cenizas del Totalitarismo. Tras 1945 el mundo debatía nuevos modelos de convivencia y otras percepciones de la realidad social.
El feminismo en estados Unidos se desarrolla a partir del movimiento que promueve Eleanor Roosevelt desde 1946 encaminado a reivindicar una carta o Declaración Universal de los Derechos Humanos, si bien ya habían existido luchadoras que de manera aislada se habían enfrentado a un estricto andamiaje patriarcal. Es a partir de esa lucha iniciada sobre los estos de un mundo en descomposición, allá por los inicios de la Guerra Fría, cuando en Europa y en Estados Unidos, toma fuerza el movimiento reivindicativo por los derechos de la mujer. Simone de Beauvoir toma esta idea y la transforma en pensamiento ilustrado, preguntándose por el porqué de la situación que históricamente ha vivido la mujer y cuáles han sido las estructuras políticas, tribales, culturales, psicológicas,... que lo han hecho posible. Un sexo definido por cualidades como el afecto y el deseo, alimentadas desde un heteropatriarcado empeñado en la definición de rígidos roles sociales que dejaban a la mujer sometida a las estructuras creadas por una sociedad en la que la jerarquía y la fuerza son los rasgos que constituyen la fuerza de la tribu: el cazador-protector de la familia frente a la mujer supeditada a la indiscutible fortaleza del varón como garantía de supervivencia del clan.
Quizá, en esta sociedad de ocultos instintos tribales, es un buen momento para encontrarse con esta escritora que ha marcado un hito en la intelectualidad del siglo XX.